La Delgadez y Anorexia – Causas emocionales

Un cuerpo demasiado delgado o un cuerpo demasiado gordo indican un bloqueo emocional y mental.

La persona muy delgada, en general, se rechaza, se siente pequeña en comparación con los demás y tiene miedo de ser rechazada. A menudo quiere desparecer. Es del tipo apagado y delicado con los demás. Este temor al rechazo a menudo le hace actuar de manera contraria a sus necesidades e incluso le impide pasar a la acción. También es posible que dependa de los demás para sentirse alguien y que tenga la impresión de no recibir suficiente atención o cuidados. Está en una situación de carencia afectiva.

Si sufres de delgadez desde tu infancia, ello indica que desarrollaste desde muy pequeño una creencia al rechazo o al abandono. Incluso es posible que esta creencia haya surgido antes de tu nacimiento porque uno de tus progenitores no quería tener un hijo o no quería un hijo de tu sexo. Es importante que compruebes si tus padres realmente te rechazaron o si lo que rechazaban era la situación que vivían en el momento de tu nacimiento. Aún cuando hayas sido rechazado realmente, o no se hayan ocupado lo suficiente de ti, debes saber que una persona que rechaza a otra está expresando sus límites. Actúa así porque los rebasaría si lo hiciera de otra forma. En ese momento no ve otra solución. Debes comenzar a creer que tienes todo lo necesario para hacer tu vida por ti mismo y que la ausencia o el rechazo de los demás es una experiencia que viviste. A ti te toca decidir si quieres seguir viviendo esta experiencia en la aceptación o no. Tu elección, así como sus consecuencias, son responsabilidad tuya.

La anorexia está caracterizada por un rechazo completo de la vida. Es la desgana total por todo lo que vivo en mí y que puede entrar en mi cuerpo feo para alimentarlo.

Este sentimiento puede incluso transformarse en odio.

Existen varios símbolos de vida: el agua, el alimento, el aspecto materno (madre), el amor, el lado femenino. Es el deseo ardiente e inconsciente de escapar de la vida, de odiarse y de rechazarse porque vivo el miedo extremo de abrirme a la maravillosa vida alrededor mío. Vivo desánimo a tal punto que me pregunto lo que podría ayudarme. Tengo el deseo inconsciente de “desaparecer” para molestar lo menos posible a mi entorno. Me rechazo pues permanentemente. La anorexia y la obesidad vienen de un sentimiento profundo insatisfecho de amor y de afecto, aunque las dos enfermedades toman físicamente caminos divergentes.

Varios trastornos de la alimentación descansan sobre la relación madre – hijo en la cual existe o existió un conflicto. Además, se trata muy a menudo de una contrariedad en cuanto a mi territorio que tengo la sensación de no tener, de perder o bien de que no me lo respetan. Este territorio puede estar constituido tanto por mis posesiones físicas (vestidos, juguetes, coche, casa, etc.) como de mis posesiones no físicas (mis derechos, mis adquiridos, mis necesidades, etc.) o de las personas que me rodean (mi padre, mi madre, mis amigos, mi marido, etc.) Vivo una contrariedad que es reciente con relación a alguien o a algo que no puedo evitar y que no digiero.

Aunque la anorexia se halle más frecuentemente en la adolescencia, ésta existe también en el bebé y en el niño joven. Si me pongo en el lugar del bebé, si me doy cuenta que el rechazo de la comida puede derivar de un contacto perturbado entre mi madre y yo: puede ser la privación del pecho materno y del cálido ambiente físico que deberían acompañar la toma de la leche, el modo artificial de alimentación, dosificada y demasiado rígida en su aplicación, la sobre o sub- alimentación impuesta por respeto a una curva de peso ideal con desprecio de ciertos ritmos alimentarios individuales cambiantes. Puedo reaccionar a esto por un rechazo progresivo de alimentarme, vómitos, pérdida de peso, trastornos del sueño, caprichos alimentarios, etc.

Es importante que yo, como madre, respete los gustos, los ritmos propios del niño y que deje de querer ser la madre perfecta y súper -protectora. Si soy un niño un poco más mayor y que manifiesto anorexia, suele ser más atenuada y se caracteriza por un “pequeño apetito”, siendo un pequeño comedor que detesta la tarea de las comidas, con caprichos alimentarios, con rehúso obstinado de ciertos alimentos, acabando rara vez mi plato, vomitando frecuentemente y masticando sin fin el mismo bocado. A esta edad, la mesa y sus imperativos sociales juegan un papel importante, porque las comidas son una reunión familiar bajo la autoridad de los padres en la cual pueden brotar reacciones y conflictos.

La anorexia es fundamentalmente mi necesidad de colmar un vacío interior de alimento afectivo.

Necesito amor y aceptación incondicional de mi madre interior.

La anorexia, contrariamente a la obesidad, es el intento de hacer morir de hambre mi vacío interior para hacerlo tan pequeño que desaparecerá y que ya no pedirá nada en absoluto. Es uno de los motivos por los cuales sigo viéndome gordo (fijación mental sobre la gordura) incluso si soy delgado y esbelto. Dicho de otro modo, sigo viendo mis necesidades afectivas y emocionales muy grandes y me siento vencido por ellas.

La anorexia puede también aproximarse a un sentimiento de estar reñido con la vida como con mi madre, símbolo materno que me empuja a pesar de todo hacía el deseo de independencia y de individualidad. Es la razón por la cual rechazo el alimento al mismo tiempo que a mi madre, porque siempre tuve la sensación de sentir únicamente su poderoso control materno en mi juventud. Vivo pues el sentimiento de estar fuera de mi propio control con relación a los acontecimientos e intento de un modo exagerado recuperar el control. “No me gusta el modo en que mi madre me ama y la detesto por esto”. “Quiero seguir siendo una muchacha o un muchacho porque quiero acercarme lo más posible a una forma de “pureza” física e interior”. (Es durante la pubertad que suele manifestarse la anorexia). Es una búsqueda absoluta de juventud. Como muchacha o muchacho, rechazo las fases sexuales correspondientes a mi edad, así que cualquier intento de intimidad sexual, descubrimiento y abandono hacía una eventual pareja (ausencia de madurez) son casi inútiles.

Si vivo todo esto de un modo profundo, frecuentemente esto está vinculado a un profundo traumatismo sexual pasado, a un abuso o a una inseguridad afectiva. Esta experiencia favoreció el hecho que se instale en mi cuerpo físico la desesperación y “cerré la puerta” a mis deseos físicos, espirituales y emocionales. Aceptar gradualmente mi feminidad o mi lado intuitivo y emotivo en el muchacho es esencialmente la primera cosa por hacer para resolver mi estado anoréxico. Uso la manera que quiero,¡pero debo hacerla!

Acepto cierta intimidad sexual, femenina e incluso materna (debo aprender a amar a mi madre).

Aprendo a amar a mi cuerpo y a amar a los demás.

Voy lentamente porque es una situación delicada en la cual debo abrirme al amor y a la belleza del universo.

Pido ayuda, si es necesario.

Y sobre todo me mantengo abierto a lo que me depara la vida!

Aceptación y amor incondicional serán altamente apreciados.

Hago actividades (deportivas u otras), si posible.

He aquí un paréntesis interesante. Como persona anoréxica, puedo tener la impresión de encontrarme interiormente como cogida dentro de unos “anillos = pequeños anos” (ano-réxico) como si estuviera en el interior de varios “aros tipo ‘hula-hup’” que me aíslan del resto del mundo mientras se va intensificando mi sentimiento de limitación frente a la vida. Me mantengo abierto a cualquier otro signo de este tipo. Me visualizo liberándome de estos aros diciéndoles “GRACIAS” por la toma de consciencia que me ayudaron a hacer pero sabiendo que, ahora, ya no son necesarios. Visualizo también esta imagen: con cada inspiración, más luz está entrando en mí para llenar mi sentimiento de vacío interior.

Por Jacques Martel

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