Los ejercicios siguientes te dan una oportunidad de darte cuenta de algunas de las demandas que te impones y de cómo estás dividido/a entre lo que eres y lo que se exige ser.
Si es posible, haz esto con un pequeño grupo y pídele a alguien que lea las instrucciones.
Recuerda: este símbolo indica una pausa. No sigas leyendo cuando llegues a esta pausa y dáte un tiempo de explorar tu propio darse cuenta, siguiendo las instrucciones.
Exigencia y respuesta (Perro de arriba y perro de abajo)
Siéntese confortablemente y cierre los ojos
Imagine ahora que se está mirando, sentado frente a usted mismo. Fórmese algún tipo de imagen visual de usted mismo
sentado así enfrente suyo, como mirándose en un espejo.
¿Cómo está sentada esa imagen?
¿Qué está usando esa imagen de usted mismo?
¿Qué tipo de expresión facial ve usted?
Critique ahora en silencio esa imagen de usted mismo como si estuviera hablándole a otra persona.
(Si está haciendo el ejercicio a solas, hable en voz alta).
Dígase lo que debiera y no debiera hacer.
Comience cada frase con las palabras «Debieras » «No debieras » o su equivalente.
Haga una larga lista de críticas.
Escuche su voz mientras lo va haciendo. ¿ Cómo suena su voz ?
¿Cómo se siente, físicamente, mientras hace esto?
Ahora imagine que cambia de lugar con esta imagen.
Vuélvase esa imagen de sí mismo y conteste silenciosamente a estas críticas. ¿Qué dice en respuesta a los comentarios críticos? ¿Y qué expresa su tono de voz? ¿Cómo se siente a medida que responde a estas críticas?
Ahora cambie de rol y vuelva a ser el crítico. A medida que continúa este diálogo interno, siga dándose cuenta de lo que va diciendo y también de cómo lo dice — sus palabras, el tono de su voz, etc. Ocasionalmente haga una pausa para sólo escuchar sus palabras en su mente y siéntalas.
Cambie de rol cuando quiera, pero mantenga el diálogo continuado. Note todos los detalles de lo que está sucediendo en usted a medida que va haciendo esto. Dése cuenta de cómo se siente físicamente en cada uno de los roles. ¿Cómo difieren estos dos hablantes? ¿Realmente se dirigen la palabra, o evita un contacto real y una confrontación? Escucha al otro tanto como le habla, o tan sólo está transmitiendo, pero no recibiendo. ¿Cómo se siente con este interlocutor a medida que habla? Dígale esto al otro, y vea qué responde. Reconoce a alguien en la voz que lo critica y le dice «Debieras » ¿De qué otra cosa se da cuenta en este rato? Lleve este darse cuenta a la conversación entre ustedes. Continúe este diálogo silencioso por algunos minutos más. ¿Nota algún cambio a medida que continúa el diálogo? Ahora permanezca en silencio y revise el diálogo. ¿A medida que mira para atrás, hay algo más acerca de esta conversación de lo que se da cuenta?
En un minuto más le voy a pedir que abra los ojos y vuelva al grupo. Quiero que cada persona, por turno, comparta su experiencia con el grupo con el mayor detalle posible. Quiero que cada uno exprese lo que sucedió en su diálogo en primera persona del presente, como si estuviese sucediendo ahora: «Como la persona crítica me siento fuerte y digo «no deberías haraganear tanto. Tienes que trabajar duro», o cualquiera que sea su experiencia. Abra ahora los ojos y hágalo
Probablemente usted experimentó algún tipo de disociación o conflicto, una división entre una parte autoritaria, poderosa, crítica, suya, que le demanda cambiar y otra, menos poderosa que se justifica, evade y se excusa. Es como si estuviera dividido en un padre y un hijo: el padre o «perro de arriba»* tratando siempre de ganar el control y cambiarlo en algo «mejor», y el niño o «perro de abajo», continuamente evitando esta solicitud de cambio. Mientras escuchaba la voz que criticaba y lo demandaba, podrá haberse dado cuenta que sonaba muy parecida a la de uno de sus padres. O puede haberle recordado a otra persona de su familia que le hacía requerimientos — su marido o esposa, un jefe, o alguna otra autoridad que lo controla. Si reconoce a alguien específico en este diálogo, será valioso continuar el diálogo como si estuviera hablándole directamente a esa persona.
* «Perro de arriba» y «perro de abajo» se refiere a la jerarquía que se establece en una jauría, el controlador, el dictador y el controlado, el oprimido.
Al mismo tiempo quiero que se dé cuenta de que todo lo que experiencia en ese diálogo, sucede en su propia cabeza. Sea que su diálogo es con otra persona o con la «sociedad», ocurre en su propio mundo de fantasía. Cuando el otro habla en este diálogo, no es la «sociedad» o una persona real, sino que su imagen de ella. Lo que sea que ocurra en su diálogo de fantasía, sucede entre diferentes partes de usted mismo. Si hay un conflicto en su diálogo, ese conflicto es entre dos partes de usted mismo, aun si aliena y se desdice de una parte y la llama «sociedad», «madre», «padre», etc. Generalmente presumimos que nuestros problemas y conflictos son con otra gente, de manera que luchamos por liberarnos de sus demandas y no nos damos cuenta de cuánto del conflicto está en realidad dentro de nosotros mismos.
Kahlil Gibran expresa esto maravillosamente en El Profeta:
«Y dijo un orador: «Háblanos de la Libertad». Y él respondió:
En el pórtico de la ciudad, junto a vuestro hogar, os he visto postraros y adorar vuestra propia libertad.
Lo mismo que esclavos que se humillan ante una tirana y lo glorifican aunque les dé muerte.
Sí, en el bosquecillo del templo y a la sombra de la ciudadela he visto a los más libres de entre vosotros llevar su libertad como un yugo y como quien tiene las manos esposadas.
Y mi corazón sangró en mis adentros; porque solamente
podéis ser libres cuando hasta el deseo de buscar la libertad
se convierte en un arnés para vosotros y cuando cesáis de hablar de la libertad como una meta y un logro.
Seréis verdaderamente libres cuando vuestros días no carezcan de alguna zozobra y vuestras noches de algún desvelo y alguna congoja.
Sino más bien cuando estas cosas asedien por todas partes vuestra vida y os sobrepongáis a ellas, desnudos y sin ataduras.
Y ¿cómo podréis elevaros por encima de vuestros días y
noches si no rompéis las cadenas con que, en el alborear de
vuestro entendimiento, encadenasteis a vuestra hora del mediodía?
En verdad, lo que Vosotros llamáis libertad, es la más pesada de estas cadenas, aunque sus eslabones centelleen al sol y deslumbren vuestros ojos.
Y ¿qué otra cosa que fragmentos de vuestro propio yo es
lo que queréis desechar para poder llegar a ser libres?
Si es una ley injusta la que queréis abolir, esa ley fue escrita por vuestra propia mano en vuestra propia frente.
No podéis borrarla quemando vuestros códigos ni lavando las frentes de vuestros jueces, aunque derraméis sobre ellos toda el agua del mar.
Y si es un déspota al que quisierais destronar, ved primero que el trono que tiene erigido dentro de vosotros sea
destruido.
Porque, ¿cómo puede un tirano dominar al libre y al altivo, si no existe una tiranía en su propia libertad y un oprobio en su propia altivez?
Y si es alguna inquietud la que quisierais desechar, esa
inquietud debe haber sido escogida por vosotros más bien que
impuesta sobre vosotros.
Y si es algún miedo lo que quisiéramos disipar, el asiento
de ese miedo está en vuestro corazón y si no, en la mano del
que es temido.
En verdad, todas las cosas se agitan en vuestro ser en un constante semiabrazo, las que deseáis y las que teméis, las que repudiáis y las que acariciáis, las que perseguís y aquellas de las cuales quisierais escapar.
Estas cosas se agitan dentro de vosotros como parejas de sombras y de luces íntimamente unidas.
Y cuando la sombra decae y desaparece, la luz se rezaga,
se convierte en sombra para otra luz.
Y así vuestra libertad. Cuando pierde su grillete, se convierte ella misma en grillete de una libertad mayor.»
Hay problemas reales en el mundo y puedo enfrentarlos solamente cuando tengo en claro lo que siento y lo que quiero hacer.
Cuando me encuentro en un conflicto, me identifico en parte con mis propios sentimientos y deseos y en parte con fantasías que entran en conflicto con ese darme cuenta —ideas acerca de lo que debiera ser, expectativas catastróficas, miedo de lo que los otros van a hacer, etc. Muchas de mis comunicaciones y actividades están dirigidas hacia mí en vez de estarlo hacia el mundo. En la medida que hago eso, me vuelvo inmaduro, autista y aislado de los otros. Mi energía se divide y entra en oposición, de modo que hay muy poca energía disponible para mis enfrentamientos con el mundo real. Cuando participo en conflictos externos antes de haber solucionado los conflictos dentro de mí, tan sólo creo más conflictos, tanto dentro como fuera de mí.
Mientras siga creyendo que mi conflicto es sólo con alguien o algo fuera de mí, puedo hacer muy poco salvo lamentarme, tratar de cambiarlo o destruirlo. Cuando me doy cuenta que gran parte del conflicto está dentro de mí, entonces puedo acometer algo mucho más productivo. Puedo hacerme responsable de mis propias dificultades y dejar de culpar al mundo por problemas estrictamente míos. Puedo intentar descubrir más acerca de estas partes diferentes y conflictivas de mí mismo, identificarme con ellos y aprender de ellos. El primer paso es llegar a darme cuenta de la actividad autista que sucede en mi «mente» o vida de fantasía.
El próximo paso es dirigirlo hacia afuera de modo que la actividad autista yo-a-yo, se convierta en la actividad racional yo-a-otro. Mientras dirijo esta actividad hacia el mundo externo, se vuelve más explícita y más detallada. A menudo puedo descubrir para quién estaban realmente destinados esos mensajes o de dónde provenían.