El silencio tiene un sonido muy particular. Es profundo, lleno de símbolos y señales, es una voz interior que nos habla desde nuestras propias entrañas. No necesita grandes cantidades de palabras para expresarse. Sin embargo, nos muestra su sabiduría más elevada, más pura, más intuitíva, más perceptiva. Nos da las respuestas más perfectas a las que podamos llegar. Simplemente, porque nos permite una comunicación sin interferencias con lo exterior, y así, puede manifestarse de esta manera nuestro Yo Superior, nuestra conexión con el Dios que somos y al cual usualmente no le damos cabida.

El sonido del silencio, aunque parezca una paradoja, retumba mucho más que el ruido que nos rodea.

El sonido exterior nos apabulla, nos aturde, nos distrae, nos confunde y no nos permite ninguna comunicación interna. Necesita constantemente un sinnúmero de palabras para poder explicar algo, para hacer funcionar nuestro intelecto. Necesita justificaciones, necesita mantenernos ocupados, porque así funciona nuestro ego y nuestra personalidad.

La mayoría de las personas de este mundo hace cualquier cosa para no encontrarse en silencio. Esto es sencillamente porque en realidad, tienen miedo de encontrarse cara a cara con la verdad más profunda, aquella que seguramente pondría en riesgo la estructura de pensamiento a la cual están acostumbrados.

El silencio nos permite el mayor poder de síntesis que podamos tener, una imagen o una sola palabra nos sirve para hallar la iluminación. Funciona como un haz de luz que de pronto nos llega y nos convierte en seres más iluminados. Se produce mágica y maravillosamente un estado superior de consciencia, de pronto una comprensión más elevada comienza… Y todo gracias al sonido del silencio.

El hombre moderno no se permite momentos de silencio, cree que todo lo que necesita está en el ruido exterior. Así se llena de información / desinformación que confunde con el conocimiento. En realidad, ni siquiera le sirve en la mayoría de los casos, solo lo confunde.

El sonido del silencio es mucho más fuerte e intenso que cualquier otro sonido, porque nos llega desde el lugar, desde la conexión más profunda que podamos tener. Es allí cuando nos podemos dar cuenta de cuán sabios somos.

Pero también tenemos que ser conscientes que las respuestas que vamos a obtener, muy probablemente no sean las mismas que nos diga nuestro ego. No coincidirá con nuestra forma de vivir y de pensar, y por consiguiente de obrar. Porque nos acercaremos en gran medida a la perfección divina y nosotros estamos acostumbrados con nuestras limitaciones humanas a vivir mucho más cerca de la imperfección.

Cuando permitimos que el sonido del silencio se manifieste, y nos acostumbramos a ello, nos daremos cuenta que interrumpir el ruido externo se puede en cualquier momento que lo decidamos. Abstraernos a él es perfectamente posible.

Es solo una cuestión de concentración, de aprender a hacerlo y lograr que no nos perturbe en demasía estemos donde estemos, es la maravilla del equilibrio interno.

Sergio Lipp

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