¿Qué es este yo inferior o incosciente del que tanto hablamos? – ¿Cómo actúa en nosotros? Pues bien, este inconsciente o yo inferior interviene en nuestra existencia de tal modo que no nos percatamos de la forma que tiene de manifestarse en nosotros.

Nuestra vida diaria

Normalmente nos movemos, actuamos, no estamos quietos ni en obra ni en pensamiento. Si nos paramos a recapacitar al cabo del día y nos preguntamos ¿Qué he hecho o que he sentido hoy?, nos vemos a nosotros mismos respondiendo, no lo sé. O quizás con un poco de suerte nos acordaremos de algo. ¡Qué bueno!. Resulta que todo el día hemos estado pensando, actuando y sintiendo y no recordamos nada. Entonces…. ¿Qué ocurre?…. ¿A dónde nos conduce nuestro caminar dormido?

Somos verdaderos robots y el más atrevido diría ¡Yo no!, porque pienso, porque siento. Vivimos siendo esclavos, si, esclavos de nuestro propio inconsciente que nos utiliza a su antojo. Somos como marionetas… vamos, venimos, y nada, ¿Nada más?… ¡No vemos nada más!. Y… ¿Alguna vez nos hemos parado a ver qué es todo este montaje?. Decimos que somos seres vivos ¿En qué nos basamos?

¡¡Qué dominio tiene el yo inferior sobre nosotros que nos hace vivir en la mayor de las ignorancias!!

La expresión de las tensiones

Hay en muchos momentos de nuestra existencia que nos sentimos raros. Nos sentimos impotentes porque no podemos controlar una determinada situación, ni nuestro comportamiento en algún momento de la vida. No sabemos que es lo que nos pasa. Vemos nuestra actitud, bien sea de agresividad, de rebeldía, etc… pero no sabemos el porqué. A continuación tenemos la costumbre de sentirnos angustiados y culpables por no haber sabido controlarla. Es esa la demanda y la presión interna que pide que debemos conocernos mejor a nosotros mismos.

Rechazamos y reprimimos todo deseo que vaya en contra al personaje que representamos en nuestra vida diaria, creando así cada vez más tensión en nuestro interior. En un momento dado, al estar tan sobrecargado de tensiones, se produce una gran presión interna y es necesario que esa energía se exprese de alguna manera. Normalmente aquí interviene nuestro pensamiento, que nos facilita un sinfín de razones. Por medio de alguna imagen mental, nos proyecta distintas situaciones exteriores evocando distintos momentos en que los nos hemos sentido víctimas, en un grado mayor o menor, dependiendo del nivel de tensión interior que tengamos.

Ejemplo: Ese diálogo interno que mantenemos nosotros mismos: – Fíjate lo que me ha hecho esta… yo no me merecía esto, después de lo que he hecho por ella… ¿Qué habrá querido decir?… siempre me está pasando lo mismo… ¿porqué siempre me pasa a mi?… pues si se cree que me la va a pegar… y un sinfín de etc..

A la vez, tenemos la gran costumbre de evocar situaciones similares. De esta manera llegamos a tal tensión, que ese exceso de energía bloqueada es necesario que se exprese por la presión que ejerce en nuestro interior. Es ahí cuando fluye por encima de nuestro propio control, por ejemplo., en un arranque de celos, agresividad, angustia, depresión etc.

Así, al expresar de esta forma el exceso contenido de energía, es cuando vemos nuestra actitud, pero desconocemos a que se debe. Lo enfocamos hacia el exterior y nos parece negativo todo lo que nos rodea. No nos gusta para nada el mundo en el que vivimos y sentimos como una especie de amenaza a nuestro alrededor.

Después recobramos otra vez el control de esa imagen que nos proporciona lo que llamamos equilibrio y seguridad, pero al no ser real y pasado un tiempo, volvemos otra vez a la misma situación.

La rueda de la vida

Es así como giramos y giramos metidos en la misma rueda, creyendo que vivimos la vida, pero en realidad, lo que hacemos es vegetar y vivir completamente metidos en un mundo ilusorio e irreal. La mayor parte de las personas, nacemos, crecemos y morimos sin enterarnos de nada o de muy poco, siendo necesario volver a nacer una y otra vez, hasta que despertemos y salgamos de ese sueño y de esa ilusión, para encontrar nuestra realidad como seres en proceso de evolución.

Y así vamos viajando por la vida. Somos capaces de ver el comportamiento de los demás y muchas veces nos atrevemos a criticarlos y de juzgarlos. Vamos, venimos, estamos con otras personas y resulta que al cabo del día, meses, años y de toda una vida… no nos hemos enterado de nada, absolutamente de nada en lo concerniente a nuestro interior y su funcionamiento ¿Qué sentido tiene nacer, crecer, vivir y morir? Y nos llamamos a nosotros mismos seres humanos creyéndonos superiores a los animales ¿En qué?. Porque lo que hacemos nosotros también hacen ellos.

El yo inferior hace que vivamos con la vista enfocada hacia el exterior, hacia los demás, hacia lo que nos rodea. ¿Y nosotros donde quedamos?. Conocemos que tenemos un cuerpo, que a veces se enferma, que tiene cinco sentidos, que se mueve, unas veces llora y otras se ríe. Pero no miramos dentro de nosotros mismos ¿Qué nos pasa?

La soledad

El yo inferior hace que nos encontremos siempre con la mirada puesta en los demás y en todo lo que nos rodea. Aquí viene el echo de que no podamos estar solos, ya que si estamos solos ¿Con quién estamos?. No encontramos a nadie en nuestro exterior en ese momento y no tenemos nada en qué fijarnos. ¡Estoy sólo!. Huimos y huimos en busca de los demás con el propósito de que nos vendan emociones, para así poder sentirnos vivos. Entonces la situación empieza a convertirse en una soledad enfermiza, desesperada, ya que ahí no tengo ninguna imagen que aparentar. Estoy con mi propia realidad y eso crea un compromiso. Por eso nos escapamos, porque escapamos de nosotros mismos, de nuestro propio Yo.

La realidad es que en nuestra soledad nos encontramos con energías que nosotros mismos hemos bloqueado. No les hemos dejado expresarse y como consecuencia de ello, nos hemos formado una idea de nosotros mismos que no se corresponde con lo real.

Las palabras de los demás

Cuando estamos con otras personas, una palabra o una actitud, puede crear en nosotros un montón de sensaciones y emociones que hace que reaccionemos de una u de otra manera. Estamos dirigidos por nuestra propia inconsciencia y centramos toda nuestra atención juzgando, criticando y culpando duramente a la persona que provoca en nosotros reacciones que consideramos negativas. Llegamos a sentirnos unas víctimas y unos incomprendidos por los demás. Creemos que somos perfectos y es el otro el que me hace daño, el que se opone a mi.

Nuestro yo inferior es muy listo y nos hace ser uno de sus mayores esclavos cuando podemos tomar consciencia de nuestro yo interior o superior. Hacemos caso al yo inferior y nos vemos manejados por ese mismo entorno que nos obliga a depender única y exclusivamente de él. Esta misma dependencia nos puede hacer reaccionar con agresividad y rebeldía o con sumisión y falsa modestia (la diferencia con la rebeldía consciente, es que ésta es reivindicativa)

Si, somos marionetas de nuestro propio exterior y yo inferior, convirtiéndonos en seres encadenados… ¿Es toda ésta nuestra misión como seres vivos en medio de la creación?

Ya es hora! – ¡Llega la hora de despertar! Todo esto no nos conduce más que a nuestra propia autodestrucción, a un terrible inconformismo y confusión.

Es hora de liberarnos ¡¡Basta ya!! Basta de este juego que nos está destruyendo como seres en proceso de perfección, ¡¡Abramos los ojos!! Y comencemos a caminar!… ¿Queremos revolución?…. Pues…. ¿A qué esperamos?.

Sofia Yoldi

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