La Tierra es nuestra madre, nos nutre y nos protege en todo momento, dándonos aire para respirar, agua fresca para beber, comida para comer y hierbas curativas para curarnos cuando estamos enfermos. Cada respiración que inhalamos contiene nitrógeno, oxígeno, vapor de agua y oligoelementos de nuestro planeta. Cuando respiramos con atención plena, podemos experimentar nuestra interacción con la delicada atmósfera de la Tierra, con todas las plantas e incluso con el sol, cuya luz hace posible el milagro de la fotosíntesis. Con cada respiración, podemos experimentar la comunión. Con cada respiración, podemos saborear las maravillas de la vida.
Necesitamos cambiar nuestra forma de pensar y ver las cosas. Necesitamos darnos cuenta de que la Tierra no es solo nuestro medio ambiente. La Tierra no es algo fuera de nosotros. Respirando con atención plena y contemplando tu cuerpo, te das cuenta de que eres la Tierra. Te das cuenta que tu conciencia es también la conciencia de la Tierra. Mira a tu alrededor: lo que ves no es tu entorno, eres tú.


Gran madre tierra
Independientemente de la nacionalidad o cultura a la que pertenezcamos, de la religión a la que sigamos, ya sea budista, cristiana, musulman, judía o atea, todos podemos ver que la Tierra no es materia inerte. Ella es un gran ser, que ha dado a luz a muchos otros grandes seres, incluidos Budas y bodhisattvas, profetas y santos, hijos e hijas de Dios y de la humanidad. La Tierra es una madre amorosa, que nutre y protege a todos los pueblos y todas las especies sin discriminación.
Cuando te des cuenta de que la Tierra es mucho más que simplemente tu entorno, te conmoverá para protegerla de la misma manera que lo harías contigo mismo. Este es el tipo de conciencia, el tipo de despertar que necesitamos, y el futuro del planeta depende de si podemos cultivar esta visión o no. La Tierra y todas las especies en la Tierra están en peligro real. Sin embargo, si podemos desarrollar una relación profunda con la Tierra, tendremos suficiente amor, fuerza y despertar para cambiar nuestra forma de vida.
Enamorarse de la madre tierra
Todos podemos experimentar un sentimiento de profunda admiración y amor cuando vemos la gran armonía, elegancia y belleza de la madre Tierra. Una simple rama de una flor de cerezo, la concha de un caracol o el ala de un murciélago, todos dan testimonio de la creatividad magistral de la Tierra. Cada avance en nuestra comprensión científica profundiza nuestra admiración y amor por este maravilloso planeta. Cuando realmente podemos ver y comprender la Tierra, el amor nace en nuestros corazones. Nos sentimos conectados. Ese es el significado del amor: estar en unidad.
Solo cuando verdaderamente nos hayamos enamorado de la Tierra, nuestras acciones surgirán de la reverencia y de la percepción de nuestra interconexión. Sin embargo, muchos de nosotros nos hemos alejado de la Tierra. Estamos perdidos, aislados y solitarios. Trabajamos demasiado duro, nuestras vidas están demasiado ocupadas y estamos inquietos y distraídos, perdiéndonos en el consumo. Pero la Tierra siempre está ahí para nosotros, ofreciéndonos todo lo que necesitamos para nuestra alimentación y curación: el milagroso grano de maíz, la corriente refrescante, el bosque fragante, el majestuoso pico nevado de la montaña y el alegre canto de los pájaros al amanecer.
La verdadera felicidad está hecha de amor
Muchos de nosotros pensamos que necesitamos más dinero, más poder o más estatus antes de poder ser felices. Estamos tan ocupados pasando en nuestras vidas persiguiendo al dinero, al poder y al estatus, que ignoramos todas las condiciones de felicidad ya disponibles. Al mismo tiempo, nos perdemos en comprar y consumir cosas que no necesitamos, lo que ejerce una gran presión sobre nuestros cuerpos y al planeta. Sin embargo, gran parte de lo que bebemos, comemos, vemos, leemos o escuchamos es tóxico y contamina nuestros cuerpos y mentes con violencia, ira, miedo y desesperación.
Además de la contaminación por dióxido de carbono de nuestro entorno físico, podemos hablar de la contaminación espiritual de nuestro entorno humano: la atmósfera tóxica y destructiva que estamos creando con nuestra forma de consumo. Necesitamos consumir de tal manera que realmente sostenga nuestra paz y felicidad. Solo cuando seamos sostenibles como humanos, nuestra civilización se volverá sostenible. Es posible ser feliz en el aquí y el ahora.
No necesitamos consumir mucho para ser felices; de hecho, podemos vivir de manera muy simple. Con atención plena, cualquier momento puede convertirse en un momento feliz. Saborear una simple respiración, tomarse un momento para detenerse y contemplar el cielo azul brillante, o disfrutar plenamente de la presencia de un ser querido, puede ser más que suficiente para hacernos felices. Cada uno de nosotros necesita regresar para reconectarse con uno mismo, con nuestros seres queridos y con la Tierra. No es el dinero, el poder o el consumo lo que nos puede hacer felices, sino tener amor y comprensión en nuestro corazón.
El pan en tu mano es el cuerpo del cosmos
Necesitamos consumir de tal manera que mantenga viva nuestra compasión. Y sin embargo, muchos de nosotros consumimos de una manera que es muy violenta. Los bosques se talan para criar ganado para carne, o para cultivar grano para licor, mientras millones de seres humanos mueren de hambre en el mundo. Reducir la cantidad de carne que comemos y el alcohol que consumimos en un 50% es un verdadero acto de amor por nosotros mismos, por la Tierra y por los demás. Comer con compasión puede ayudar a transformar la situación a la que se enfrenta nuestro planeta y restablecer el equilibrio entre nosotros y la Tierra.


Nada es más importante que la fraternidad y la hermandad
Hay una revolución que debe suceder y comienza desde el interior de cada uno de nosotros. Necesitamos despertarnos y enamorarnos de la Tierra. Hemos sido homo sapiens durante mucho tiempo. Ahora es el momento de volverse homoconsciente. Nuestro amor y admiración por la Tierra tiene el poder de unirnos y eliminar todos los límites, la separación y la discriminación. Siglos de individualismo y competencia han provocado una tremenda destrucción y alienación. Necesitamos restablecer la verdadera comunicación, la verdadera comunión, con nosotros mismos, con la Tierra y entre nosotros, como hijos de la misma madre. Necesitamos más que nueva tecnología para proteger el planeta… una verdadera comunidad y cooperación.
Todas las civilizaciones son impermanentes y deben terminar algún día. Pero si continuamos en nuestro curso actual, no hay duda de que nuestra civilización será destruida antes de lo que pensamos. La Tierra puede necesitar millones de años para sanar, recuperar su equilibrio y restaurar su belleza. Ella podrá recuperarse, pero nosotros, los humanos y muchas otras especies, desaparecerán, hasta que la Tierra pueda generar condiciones para traernos de nuevo en nuevas formas. Una vez que podamos aceptar la impermanencia de nuestra civilización con paz, seremos liberados de nuestro miedo. Solo entonces tendremos la fuerza, el despertar y el amor que necesitamos para unirnos. Apreciar nuestra preciosa Tierra, enamorarse de la Tierra, no es una obligación. Es una cuestión de felicidad y supervivencia personal y colectiva.