A lo largo de la historia, el concepto del poder inherente al pensamiento positivo ha sido un tema de reflexión. En el primer siglo, el filósofo griego Epicteto observó sabiamente que lo que realmente perturba a las personas no es tanto la cadena de eventos en sí, sino más bien las interpretaciones que forman alrededor de ellos. Sin embargo, fue en los siglos XIX y XX, especialmente en América del Norte, donde el movimiento del Nuevo Pensamiento solidificó esta noción en el tejido del pensamiento colectivo. Este enfoque en la positividad se ha convertido en una herramienta valiosa para el crecimiento personal y la resiliencia emocional, pero en algunos casos, ha dado lugar a lo que se podría denominar «positividad tóxica», donde la insistencia en mantener una actitud positiva a toda costa puede ocultar emociones legítimas y dificultar la autenticidad emocional.

Uno de los pioneros en este ámbito fue el psicólogo francés Emile Coué, quien anticipó la corriente al popularizar afirmaciones como: «Día tras día, en todos los aspectos, voy mejorando». A medida que el tiempo avanzó, figuras como Dale Carnegie y Napoleon Hill también influyeron en la propagación de este movimiento de pensamiento positivo. En 1952, Norman Vincent Peale publicó su influyente obra «El poder del pensamiento positivo», y Earl Nightingale, un referente en programas motivacionales en audio, reveló una verdad inusual pero esencial: «Nos transformamos en lo que pensamos».

En la actualidad, el pensamiento positivo no solo está arraigado en la cultura, sino que también desempeña un papel fundamental en el coaching personal y en los discursos motivacionales. Nombres notables en este campo incluyen a Joe Vitale, Anthony Robbins, Steven Covey (autor de «Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva») y, particularmente en la corriente del New Age, figuras como Louise Hay y el Dr. Wayne Dyer.

La filosofía del pensamiento positivo ha sido tan intrincadamente vinculada con la búsqueda del éxito que uno podría cuestionarse: ¿Cuál podría ser el inconveniente de adoptar una perspectiva optimista?… Sin embargo, en este punto, cabe mencionar la noción de la «positividad tóxica», una idea que se ha planteado en relación con el exceso o la manipulación del pensamiento positivo en contextos que podrían requerir un enfoque más equilibrado y realista.

Un hombre obligándose a sonreír y la positividad tóxica

¿Cómo puede la positividad volverse tóxica?

La positividad tóxica se manifiesta cuando elevamos los principios del pensamiento positivo a un nivel de expectativa irreal. En esta fase, la queja se convierte en un tabú, incluso en nuestro propio diálogo interno. Sentimos una sensación de vergüenza al admitir nuestros sentimientos auténticos. Se convierte en una carga personal no poder «superar» situaciones, y quien se atreve a expresar emociones o pensamientos negativos «no deseados» se siente culpable.

La positividad se torna tóxica cuando optamos por forjar sonrisas y estados de ánimo ficticios en lugar de confrontar honestamente y permitir nuestras emociones genuinas. Un testimonio conmovedor proviene de la periodista Katie Couric, quien compartió cómo la creencia de mantener una actitud positiva en todo momento la privó de mantener conversaciones significativas con su esposo en los últimos días de su vida, una decisión de la que ahora lamenta profundamente. Couric reflexiona: «En última instancia, la toxicidad de la positividad conduce a la represión emocional. Las investigaciones han demostrado que reprimir las emociones en realidad las intensifica. La represión emocional se ha vinculado con mayores tasas de enfermedades cardíacas, trastornos autoinmunes y problemas gastrointestinales. Aquellas personas que ocultan sus emociones probablemente también enfrentarán dificultades en sus relaciones«.

Este fenómeno recalca la importancia de equilibrar la positividad con la autenticidad emocional. La búsqueda constante de la positividad a toda costa puede erosionar nuestra capacidad de lidiar con las dificultades de manera saludable y puede socavar la conexión genuina con nosotros mismos y con quienes nos rodean. Reconocer y expresar nuestras emociones, tanto positivas como negativas, es un paso esencial hacia el bienestar mental y emocional verdadero.

Somos seres humanos completos, destinados a trazar el camino de vidas plenas y enriquecedoras. Esta travesía abarca la totalidad de la paleta de emociones humanas. Suprimir la oportunidad de experimentar temor, tristeza, inseguridad, ira, envidia o soledad sería privarnos de las valiosas lecciones que estas emociones esenciales tienen para ofrecer.

Asimismo, al negar el espacio a nuestras emociones, construimos una brecha entre nuestro cuerpo y nuestra mente. Con el tiempo, esta división nos fragmenta y aísla, obstaculizando nuestro camino hacia la plenitud, la salud y la sanación. Curiosamente, muchas de las emociones que a veces evitamos son precisamente el contraste necesario para que podamos habitar completamente las esferas emocionantes y jubilosas de la vida. Por ejemplo, al liberarnos de la toxicidad de la positividad ciega, empezamos a comprender que:

  • La esperanza florece cuando abrazamos nuestra comprensión de la desesperación.
  • La felicidad no surge de la ausencia del dolor; es el resultado de la curación y la transformación del dolor.
  • La verdadera alegría no se limita a una sonrisa superficial; es un regalo que nos llega cuando aceptamos con valentía el miedo, la rabia, la culpa y la vergüenza como partes inextricables de nuestra experiencia humana.
Una anciana sonriendo y la positividad tóxica

Permitir que estas emociones fluyan y se integren en nuestras vidas no solo enriquece nuestra conexión con nosotros mismos, sino que también nos brinda la capacidad de saborear plenamente la riqueza de cada experiencia, ya sea agridulce, alegre o desafiante. En última instancia, es en la aceptación y el entendimiento de toda la gama emocional que encontramos la senda hacia la autenticidad y la realización.

Optimismo trágico… Una alternativa a la positividad tóxica

Una vez que hemos reconocido las limitaciones de mantener un estado perpetuo de positividad, surge la necesidad de encontrar otro enfoque para vivir plenamente, experimentar nuestras emociones y no perder el sentido en medio de la desesperación. Existen alternativas, una de las cuales es el concepto de «optimismo trágico«.

El término «optimismo trágico» fue acuñado por Viktor Frankl en su influyente libro «El hombre en busca de sentido». Frankl describe este enfoque como «la capacidad de mantener la esperanza y encontrar significado en la vida, a pesar de las inevitables penas, pérdidas y sufrimientos».

El optimismo trágico implica la habilidad de experimentar una actitud similar al optimismo sin necesidad de descubrir aspectos positivos en todo. En esta perspectiva, no hay negación de la realidad tal como es, ni supresión emocional, ni la obligación de reconfigurar nuestras creencias, moral o ideas para que se ajusten a una versión idealizada de quiénes deberíamos ser.

Este enfoque nos anima a aceptar plenamente la naturaleza compleja y a menudo desafiante de la vida. En lugar de tratar de pintar cada situación con tonos optimistas, se trata de encontrar valor y propósito incluso en las circunstancias más difíciles. No se trata de eludir el dolor o negar la realidad, sino de abrazar tanto los aspectos positivos como los desafiantes de la existencia humana.

El optimismo trágico reconoce que la vida está llena de altibajos, pero nos invita a descubrir significado en medio de las adversidades. Es una perspectiva que nos ayuda a enfrentar las luchas con resiliencia y a apreciar los momentos de alegría y belleza, incluso cuando están acompañados de dificultades. Al adoptar esta mentalidad, abrazamos la plenitud de la experiencia humana y encontramos fuerza en la aceptación y el significado.

El optimismo trágico implica más que simplemente encontrar lo positivo en cualquier situación; también se trata de transformar el sufrimiento en un logro y una experiencia humana significativa. Se trata de convertir la culpa en una oportunidad para el cambio personal y de encontrar en la efímera naturaleza de la vida un motivo para asumir la responsabilidad.

El optimismo trágico se propone reconciliar la dualidad entre el sufrimiento y la alegría. Aboga por la idea de que la vida es una mezcla de ambos. Como Joy, el personaje de la película de Disney/Pixar «Inside Out» descubre, algunas de las experiencias más felices que vivimos están intrínsecamente vinculadas a la tristeza, la pérdida y el dolor. Mantener este equilibrio entre opuestos no es un don innato, sino una habilidad cultivada a través de la práctica. Esta habilidad no es ampliamente enseñada en nuestra cultura, donde a menudo, impulsados por la oleada del pensamiento positivo, marginamos y descartamos la mitad de la experiencia humana mientras exaltamos la otra.

En la actualidad, aún existen muchos entrenadores motivacionales que defienden el pensamiento positivo como el enfoque óptimo para alcanzar nuestras metas. Sin embargo, si experimentas cierta desilusión debido a años de forzar el pensamiento positivo, debes saber que hay otros mentores que se enfocan en el viaje real, personal, repleto de emociones y profundamente hermoso hacia la totalidad, en el cual tienen cabida todas las emociones, sentimientos, pensamientos y preocupaciones humanas. Estos maestros reconocen y valoran la riqueza de la experiencia humana en su diversidad, en lugar de simplificarla en una única perspectiva.

Mujer en medio de la calle con personas practicando un trabajo interior

Más formas de tratar la positividad tóxica

Tratar la positividad tóxica implica reconocer y abordar los patrones de pensamiento y comportamiento que pueden estar causando más daño que beneficio en tu bienestar emocional y mental. Aquí hay algunos pasos que podrían ayudarte a lidiar con la positividad tóxica:

  1. Autoconciencia: El primer paso es ser consciente de tu tendencia a reprimir emociones negativas o a evitar situaciones difíciles. Reflexiona sobre cómo te sientes en diferentes momentos y si estás negando tus emociones auténticas en aras de mantener una apariencia positiva constante.
  2. Aceptación de emociones: Reconoce que todas las emociones, tanto positivas como negativas, son parte natural de la experiencia humana. Aceptar tus emociones negativas no significa que debas aferrarte a ellas, sino que debes permitirte sentir y procesar lo que estás experimentando.
  3. Permisividad para sentir: Date permiso para sentir y expresar una gama completa de emociones. No te juzgues por sentirte enojado, triste o frustrado en momentos difíciles. Aceptar estas emociones puede conducir a una mayor autenticidad y sanación.
  4. Práctica de la autocompasión: Cultiva la autocompasión y el entendimiento hacia ti mismo. Trata tus propias emociones con la misma comprensión y bondad que mostrarías hacia un amigo que está pasando por un momento difícil.
  5. Equilibrio y realismo: Busca un equilibrio entre el pensamiento positivo y realista. Reconoce los desafíos y dificultades, pero también busca oportunidades de crecimiento y aprendizaje en ellos.
  6. Conversaciones abiertas: Comunica tus emociones de manera abierta y honesta con personas de confianza. A veces, hablar sobre lo que sientes puede proporcionar una perspectiva fresca y alivio emocional.
  7. Prácticas de mindfulness: Practica la atención plena (mindfulness) para estar en el momento presente y observar tus pensamientos y emociones sin juzgar. Esto puede ayudarte a comprender mejor tus patrones de pensamiento y a responder en lugar de reaccionar automáticamente.
  8. Buscar ayuda profesional: Si sientes que la positividad tóxica está afectando negativamente tu bienestar emocional y mental, considera buscar la ayuda de un terapeuta o consejero. Ellos pueden proporcionarte herramientas y apoyo para abordar estos patrones de manera más efectiva.
  9. Practicar la gratitud genuina: En lugar de simplemente negar o evitar emociones negativas, practica la gratitud genuina por las cosas positivas en tu vida. La gratitud no significa ignorar los desafíos, sino enfocarse en los aspectos positivos sin invalidar tus propias luchas emocionales.
  10. Flexibilidad mental: Cultiva la flexibilidad mental para adaptarte a las diferentes circunstancias de la vida. Aprende a ajustar tus expectativas y respuestas según la situación en lugar de adherirte rígidamente a un enfoque positivo extremo.

Recuerda que el objetivo no es reemplazar la positividad con negatividad, sino encontrar un equilibrio saludable que te permita vivir de manera auténtica y afrontar los desafíos con resiliencia.