Hay personas que se dedican a quejarse por todo. Son personas que se centran en lo negativo de la situación y no son capaces de apreciar los aspectos positivos. Para estas personas nada es suficiente, son eternos insatisfechos que siempre encuentran motivos para quejarse por todo. Por supuesto, vivir así no es vivir, es como morir un poco cada día.
Porque las quejas incesantes no solo afectan a quienes las escuchan sino también y, sobre todo, a la persona que se lamenta. La persona quejica es una eterna infeliz, alguien que no es capaz de sentir agradecimiento y se sume en la amargura, viendo como todo a su alrededor es cada vez más oscuro.
¿Cómo son las personas que funcionan en “modo queja”?
– Negativizan todo, incluso lo positivo. Estas personas son verdaderos especialistas buscando manchas al sol. Nunca están contentas, ni siquiera cuando logran lo que se habían propuesto. Siempre encuentran motivos para lamentarse y actuar como víctimas. Su frase preferida es: “Si, pero…”. Es como si miraran el mundo usando unos cristales grises, para ellas siempre hay algo mal y ningún motivo es suficientemente bueno para ser felices.
– No buscan soluciones. Las personas que funcionan en “modo queja” no buscan soluciones para sus problemas, porque de esta forma no tendrían de qué lamentarse. En realidad, se sienten cómodas en esa situación, han encontrado un equilibrio y, al convertirse en víctimas, han aprendido a sacar ventaja de las cosas negativas. Por eso, su principal objetivo no es buscar respuestas o soluciones, sino simplemente despertar la compasión en los demás y llamar la atención.
– No reconocen sus errores. Estas personas tienen una profunda miopía respecto a sus errores y equivocaciones. Para ellos, la culpa siempre está en los demás, no son capaces de asumir sus responsabilidades. El problema es que tienen un locus de control externo, para ellas todo lo que sucede en sus vidas se debe a la buena o la mala suerte, de forma que terminan convirtiéndose en marionetas del destino. Obviamente, como no son capaces de reconocer sus errores, tampoco hacen nada para subsanarlos, adentrándose cada vez más en un círculo vicioso muy negativo.
Los peligros de quejarse por todo continuamente
A lo largo de un día nos quejamos mucho, más de lo que sería recomendable y de lo que podría considerarse como «sano». Nos quejamos por el tiempo, el transporte, por nuestro jefe o por el vecino, porque la comida estaba demasiado fría o porque había demasiados anuncios publicitarios en el televisor… La lista amenaza con ser infinita. De hecho, podríamos definir este tiempo como la “era de las quejas”.
El problema es que en la actualidad las quejas no son un paso para la solución del problema, no tenemos el objetivo de solucionar nada, sino simplemente de expresar nuestro desagrado ante una situación. Desde esta perspectiva, las quejas no solo son ineficaces sino incluso dañinas para nuestro equilibrio emocional.
Curiosamente, se ha apreciado que aunque estemos insatisfechos con determinados productos, el 95% de las personas no decide quejarse directamente a la compañía, ya sea por miedo o porque no quiere consumir demasiado tiempo. En vez de eso, prefieren quejarse con los amigos.
Lo que sucede es que tantas insatisfacciones y frustraciones acumuladas terminan pasándonos factura porque generan una profunda sensación de falta de poder. Quejarnos sin resolver nada nos hace sentir impotentes, lo cual conduce directamente a la victimización, la desesperanza y la indefensión. Obviamente, se trata de sentimientos muy negativos que no nos ayudan en nuestra vida cotidiana sino que terminan minando nuestra autoestima y arruinando nuestro estado de ánimo.
Si sumamos varios días de quejas, un año tras otro, podremos tener una vaga idea de cuánto daño nos estamos haciendo a nosotros mismos.
Cómo dejar de quejarse por todo
1. Acepta todo aquello que no puede ser cambiado.
La queja suele surgir de la inadaptación. A estas personas les resulta difícil adaptarse y aceptar que las circunstancias cambian. Por eso, lamentan que todo no sea tan perfecto como desearían. En realidad, es posible que no tengan malas intenciones pero la queja no es el mejor camino. Para mantener nuestro equilibrio psicológico es fundamental saber qué batallas debemos librar y cuáles debemos dar por perdidas. Por tanto, es fundamental aprender a aceptar todas aquellas cosas sobre las que no tenemos ningún poder. La próxima vez que estés a punto de comenzar un rosario de quejas, pregúntate cuál es su finalidad: ¿quieres solucionar algo o simplemente deseas quejarte?
2. Deja de juzgar continuamente.
Todos tenemos una tendencia innata a comparar y juzgar. Sin embargo, cuando lo hacemos continuamente, adoptando una posición de superioridad, se convierte en un problema para nosotros mismos. Por eso, si quieres dejar de quejarte, primero debes aprender a no juzgar. No somos perfectos, también cometemos errores, por lo que no tenemos el derecho de juzgar las acciones de los demás. Antes de juzgar, haz examen de conciencia e intenta ponerte en el lugar del otro, asumir una actitud empática te permitirá ser más comprensivo y criticar menos. Se trata de un cambio difícil, pero una vez que lo has logrado, te darás cuenta de que vives con menos tensión y eres mucho más feliz.
3. Nivela tus expectativas.
Las quejas suelen tener su base en expectativas irreales. Cuando esperamos demasiado del mundo y este nos decepciona, la queja es una forma de consuelo. Sin embargo, tener expectativas demasiado elevadas implica que no somos capaces de ver el mundo tal como es, implica que no somos capaces de adaptarnos a los cambios. En el fondo, significa ir por la vida con la actitud de un niño enfadado. Por supuesto, no se trata de dejar de soñar, pero sí de ser lo suficientemente flexibles como para saber adaptarse a los cambios que se van presentando.
4. Controla tu mente.
En muchas ocasiones las quejas provienen de ideas irracionales o de pensamientos erróneos, como las generalizaciones inadecuadas. Por ejemplo, podemos generalizar un problema que ocurrió en una circunstancia puntual y pensar que siempre ocurrirá así. Esa voz que habla en nuestra cabeza tiene un enorme poder sobre nosotros, por lo que no deberíamos dar por ciertas todas sus afirmaciones. De vez en cuando es conveniente que cuestionemos lo que nos decimos, preguntándonos no solo si es cierto, sino también cuestionando la utilidad de ese diálogo interior.
5. Céntrate en lo positivo.
Todas las cosas que ocurren tienen un lado bueno, pero a veces no somos capaces de verlo porque solo nos centramos en lo negativo. Es como si los árboles no nos dejaran ver el bosque. No se trata de asumir una actitud positivista a ultranza, pero sí de aprender a disfrutar de los buenos momentos, sin empeñarnos continuamente en buscar la perfección y encontrar los defectos ocultos. Cuando empiezas a centrarte en las cosas positivas, te darás cuenta de que hay muchísimas razones para sentirse agradecidos.
Por último, antes de quejarte, recuerda que el cambio que quieres ver en el mundo, debe comenzar en ti. Rellenar la hoja de reclamaciones al mundo no servirá de nada, es como pretender que un león hambriento no te ataque solo porque eres vegetariano. En vez de eso, abraza la vida tal como es.
Fuente: Rincón de la Psicología