No dejes que la gente te arrastre hacia su tormenta
-Si alguien llega hasta ustedes con un regalo y ustedes no lo aceptan, ¿a quién pertenece el obsequio?
-A quien intentó entregarlo- respondió uno de los alumnos.
-Lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos -dijo el maestro-. Cuando no se aceptan, continúan perteneciendo a quien los llevaba consigo.
No permitas que te conviertan en un monstruo. No dejes que la gente te arrastre y apague tu luz, no permitas que te provoquen y, por supuesto, nunca consientas que penetren en ti sus demonios.
No existen ofensas, sino los ofendidos
“Sufrir una ofensa no es nada, a no ser que nos empeñemos en recordarla” Confucio
Cada persona da a los demás lo que posee dentro, sea o no agradable. Sin embargo, no son los demás los que nos dañan, sino que somos nosotros los que damos validez a sus opiniones y a sus acciones.
Nadie puede hacerte daño sin el consentimiento de tu Yo interno, lugar en el que está el pilar que sostiene tu arquitectura emocional. Dicen que el mejor desprecio es no hacer aprecio, que la indiferencia es el mejor castigo y la mejor arma para luchar contra los ataques, sean gratuitos o no.
Que el viento se lleve las palabras…
Tu peor enemigo no es quien te hizo daño, eres tú quien replica ese mal miles de veces
Simplemente, podemos dejar que las palabras se las lleve el viento o que permanezcan con nosotros. Es decir, para que las palabras te hagan daño les debes de dar sentido. Ese simple acto es un reflejo de tu estado interno, de tu ser. Piensa que tienes la libertad emocional en una mano y la esclavitud en otra, es obvio cuál te satisface más.
¿Por qué no responder a una provocación?
“Cualquiera puede ponerse furioso…eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto, y de la forma correcta… eso no es fácil.”
Aristóteles
Descontrolarnos y hacer uso de nuestra ira no nos lleva a ningún buen lugar, ya que solo consigue echar más leña al fuego y hacer que ardamos. La honestidad con uno mismo, la templanza y la autoconfianza son herramientas indispensables que se aprenden por ensayo y error.
Así, si dejamos que lo negativo acceda a nuestro interior, nunca nos sentiremos plenos ni libres. En definitiva, la única diferencia entre tener un día bueno o un día malo es la actitud con la que asumimos la situación.
En ocasiones, las personas nos cargamos de dolor, de envidia y de rabia. Son males que fácilmente se convierten en parásitos, viviendo en nuestra casa a nuestra costa.
Lo rápido y lo sencillo es optar por el camino que nos marquen las tormentas que los demás llevan sobre su cabeza, haciéndonos perecer. Sin embargo, lo complicado y lo lento es mucho más duradero y satisfactorio.
A palabras necias, oídos sordos
La mejor defensa es siempre un buen ataque en el punto en el que más duele. Por eso, no accedas a las provocaciones, pues les estarás dando el gusto a quienes intentan molestarte, a quienes te envidian o te acosan. Ignorar es responder con inteligencia.
No hay que hacer caso a la gente que habla sin conocimiento o que pretende hacernos daño con sus palabras y sus actos. Recuerda:
Mereces que te amen, no que te lastimen. Mereces respeto, cualquier persona lo merece. Puedes permitirte perder todo en la vida, menos la dignidad. Eso es lo que realmente te hace daño, no lo permitas nunca. Si sientes que ya la perdiste, recuerda que nunca es tarde para recuperarla. Y nunca te olvides… ¡Quien no te valora, no te merece!
Fuente: La Mente es Maravillosa