Los cordones de apego son vínculos energéticos invisibles que, aunque no los podamos ver con los ojos físicos, se sienten con una claridad impresionante en el campo emocional y espiritual. También se les conoce como lazos etéricos o conexiones kármicas, y tienen la capacidad de unirnos profundamente con personas, lugares, objetos e incluso dimensiones no físicas.
Desde la mirada de los sanadores energéticos y terapeutas intuitivos, estos cordones se perciben como fibras sutiles, similares a hilos o cables que emergen del aura y se entrelazan con la energía de otro ser o situación. En muchos casos, su presencia puede sentirse como un peso, una nostalgia inexplicable, o incluso como una pérdida constante de vitalidad.
Lo más fascinante —y a la vez desafiante— es que estos cordones de apego no siempre nacen en esta vida. Algunos provienen de relaciones o experiencias de otras encarnaciones y siguen activos, atravesando el tiempo y el espacio. En esos casos, funcionan como puentes emocionales multidimensionales, conservando la carga energética original y perpetuando patrones que aún necesitan ser comprendidos, sanados o liberados.
Entender cómo operan estos vínculos es fundamental si queremos recuperar nuestra energía, autonomía y poder personal, y abrirnos a una vida más liviana, amorosa y consciente.

El poder de las emociones en la creación de cordones de apego
En el universo de la energía sutil, las emociones son fuerzas vivas y poderosas, capaces de transformar nuestro mundo interior y también de entrelazarnos con otros a niveles invisibles. No son simples reacciones químicas, como muchos piensan; son expresiones puras de nuestra alma, vibraciones que pueden abrir portales, sellar memorias o crear vínculos profundos llamados cordones de apego.
Nuestro cuerpo emocional es una herramienta sagrada, un regalo directo de la Fuente Divina, que nos permite experimentar la vida con intensidad, sensibilidad y propósito. Sin embargo, esa misma potencia emocional —cuando no se canaliza con consciencia— puede convertirse en un hilo que nos ata, que nos retiene o que nos drena silenciosamente.
Cuando sentimos amor, tristeza, culpa, deseo o incluso rabia profunda, estamos generando energía en movimiento. Y si esa emoción está dirigida hacia otra persona, situación o recuerdo, puede crearse un cordón de apego que permanece más allá del momento presente… incluso más allá de esta encarnación. Estos lazos energéticos no desaparecen por el paso del tiempo: persisten cuando no han sido reconocidos, comprendidos ni sanados.
Por eso es vital cultivar la consciencia emocional: reconocer qué sentimos, hacia quién y desde dónde. Solo así podemos evitar crear nuevos lazos innecesarios o disolver aquellos que ya no nos sirven. Sanar los cordones de apego es, en esencia, un acto de amor propio. Es tomar de nuevo el timón de nuestra energía, recuperar el equilibrioperdido y reconectar con nuestra soberanía espiritual.
Cómo se forman los cordones energéticos
Los cordones de apego no surgen por azar. Se forman como respuesta energética a relaciones o experiencias cargadas emocionalmente, donde hubo entrega, dolor, apego, deseo o una conexión profunda, ya sea positiva o negativa. Cada vez que sentimos intensamente, dejamos una huella vibratoria… y a veces, esa huella se convierte en un lazo.
Aunque solemos pensar que solo se generan entre personas —especialmente en vínculos afectivos—, estos cordones también pueden anclarse a lugares físicos, objetos cargados de memoria emocional, situaciones traumáticas e incluso a líneas de tiempo que siguen abiertas dentro de nuestro campo energético.
En estados meditativos o mediante prácticas de clarividencia, estos lazos pueden verse como hilos brillantes, cuerdas sutiles o incluso cables densos que conectan nuestros chakras o capas del aura con otra entidad, persona u objeto. Son canales por donde fluye energía… pero ese flujo no siempre es equilibrado.
En muchos casos, especialmente cuando el vínculo se vuelve tóxico o dependiente, estos cordones de apego se transforman en rutas de drenaje, donde la energía vital fluye desde quien vibra más alto hacia quien vibra más bajo. Y aquí aparece un patrón muy común: el del vampiro energético, que, consciente o inconscientemente, absorbe la energía del otro para sostenerse.
Esta dinámica puede prolongarse por años si no se detecta y se sana. El alma siente el tirón, el cansancio, la opresión… pero la mente, muchas veces, no entiende por qué. Reconocer cómo y cuándo se han formado estos cordones es el primer paso para liberarlos y recuperar la energía que legítimamente nos pertenece.

Los efectos de los cordones de apego en nuestra salud física y emocional
Los cordones de apego no solo son lazos emocionales: son puentes activos por donde viajan energías, emociones y patrones inconscientes, a menudo sin que lo sepamos. A través de ellos no solo se transfiere energía vital, sino también cargas densas como miedo, culpa, tristeza o ansiedad, muchas veces provenientes de otras personas… o incluso de otras vidas.
Uno de los efectos más profundos y menos comprendidos de estos cordones es su capacidad para fracturar nuestro flujo energético natural. Cuando un trauma no ha sido sanado —sobre todo aquellos originados en la infancia o en memorias kármicas—, una parte de nuestra conciencia puede quedar anclada al pasado, dejando un vacío en nuestro presente.
Ese vacío energético se manifiesta en múltiples formas: fatiga constante, tristeza inexplicable, falta de claridad mental o síntomas físicos que no tienen causa médica aparente. El cuerpo físico, al quedar sin acceso a su energía vital completa, entra en un estado de desbalance y vulnerabilidad, abriendo la puerta a enfermedades o desequilibrios emocionales.
La salud energética y la salud física están profundamente entrelazadas. No puede haber una sin la otra. Cuando arrastramos cordones de apego activos, sobre todo si están conectados a eventos traumáticos, se produce un drenaje constante. Nuestra energía se va gota a gota… hacia el pasado, hacia otras personas, hacia memorias que ya no necesitamos sostener.
Sanar estos lazos no solo es una cuestión espiritual, sino también una urgencia energética y física. Recuperar nuestra energía original, cortar con amor lo que ya no nos pertenece, y cerrar esas fugas invisibles es darle al cuerpo, a la mente y al alma la oportunidad de renacer.
Cómo identificar y cortar cordones de apego
Herramientas para reconocer los lazos invisibles
Detectar la existencia de cordones de apego puede ser una experiencia reveladora y profundamente sanadora. Aunque estos lazos son invisibles a simple vista, su influencia se hace evidente en nuestra energía diaria, en nuestras emociones, y muchas veces en nuestro cuerpo físico.
Para identificarlos, existen varias herramientas energéticas que te pueden guiar:
- El testeo muscular (kinesiología energética), que revela bloqueos o debilitamientos al preguntar por determinadas personas o situaciones.
- El péndulo, una poderosa herramienta de radiestesia que puede mostrar la presencia y dirección del flujo energético.
- Y sobre todo, la meditación profunda y la introspección consciente, donde puedes visualizar tu campo energético y detectar figuras simbólicas: hilos, tubos, raíces densas o incluso tentáculos oscuros que se adhieren a tus chakras o a zonas específicas del cuerpo.
Estas imágenes no son fantasías. Son manifestaciones visuales del lenguaje sutil de tu alma. Lo que se percibe como un cordón puede estar drenando energía, sosteniendo culpa, miedo o apego, y limitando tu libertad energética.

El peso de múltiples cordones de apego
A medida que acumulamos cordones de apego no resueltos, nuestra energía se vuelve más pesada, opaca, desorganizada. Cada lazo que no ha sido cortado es como una cuerda que tira de nuestro cuerpo de luz hacia atrás, dificultando su expansión y su ascensión vibratoria.
El crecimiento espiritual requiere espacio, fluidez y liviandad. Cuando estamos atados emocional o energéticamente a muchos vínculos del pasado —ya sean personas, heridas, promesas, o memorias—, nuestra alma se ve limitada para avanzar en su evolución.
Por eso, el corte de cordones de apego debe hacerse desde el amor, el perdón y la claridad interior. No se trata de rechazar lo vivido, sino de liberar lo que ya ha cumplido su propósito. Cortar no es olvidar: es honrar el aprendizaje y recuperar el poder personal que habíamos dejado atrapado en esos lazos.
Cada cordón que se disuelve con conciencia es una puerta que se abre a la sanación, a la expansión y al renacimiento espiritual.
El autoabandono energético y la co-dependencia
Una de las causas más frecuentes —y menos reconocidas— de la formación de cordones de apego es el autoabandono energético. Esto ocurre cada vez que, por miedo al rechazo, necesidad de aprobación o culpa inconsciente, cedemos partes de nuestra energía a otros, olvidándonos de nosotros mismos en el proceso.
La raíz está en la falta de límites personales claros y amorosos. Cuando no sabemos decir “no”, cuando actuamos para agradar, cuando confundimos amor con sacrificio, abrimos puertas para que otros se conecten a nuestro campo energético y extraigan nuestra fuerza vital. No lo hacen siempre con malicia; muchas veces lo permitimos por costumbre, por heridas antiguas o por no haber aprendido a valorarnos como merecemos.
En este estado de vulnerabilidad, los cordones de apego se multiplican, enlazándose a nuestras emociones no resueltas. Así, una relación que parece basada en amor puede estar sostenida, en realidad, por hilos de culpa, obligación o miedo al abandono.
Confundir el amor con la carga emocional es un error que muchos cometemos sin darnos cuenta. Asumir la responsabilidad por la felicidad de los demás nos lleva a entregarnos desde la carencia y no desde la abundancia, creando conexiones desequilibradas que terminan drenando nuestro chi, nuestra luz y nuestra vitalidad.
Sanar este patrón requiere un acto de valentía: mirarnos con honestidad, reconocer dónde hemos traicionado nuestro propio centro, y comenzar a construir una nueva relación con nosotros mismos basada en el respeto, la compasión y la soberanía energética.
Solo cuando elegimos amarnos con la misma intensidad con la que intentamos amar a otros, los cordones de apego comienzan a disolverse, y en su lugar nace una energía renovada, pura y profundamente libre.

Las heridas del alma y su almacenamiento físico
Detrás de muchos cordones de apego persistentes, se esconden heridas emocionales profundas que no han sido sanadas. Estas heridas, cuando no son reconocidas ni liberadas, se alojan en el cuerpo energético y, con el tiempo, terminan manifestándose en el cuerpo físico como bloqueos, dolores o enfermedades.
Cada trauma vivido —especialmente aquellos que marcaron nuestra infancia o incluso se originaron en vidas pasadas— deja una huella vibracional. Esa marca energética, si no se transforma, activa cordones de apego que se adhieren a zonas específicas del cuerpo: el plexo solar, el corazón, la garganta, la zona lumbar… lugares donde la emoción no expresada se acumula y crea densidad.
Muchos sanadores describen estas heridas como masas oscuras o pegajosas, similares al alquitrán, que se adhieren al campo áurico como si fueran entidades con múltiples tentáculos. A través de esos tentáculos, la energía del trauma sigue activa en nuestro presente, aunque el evento original ya haya ocurrido hace años —o incluso siglos.
En ocasiones, la intensidad de estas heridas provoca que fragmentos del alma se disocien, separándose para evitar el dolor. Esta fractura del espíritu da lugar a bloqueos energéticos que limitan nuestra capacidad de amar, de confiar, de crear o de sentirnos completos. La energía queda estancada, el cuerpo se contrae, y el alma se apaga un poco más.
No es raro que una misma herida vuelva una y otra vez disfrazada de diferentes personas o situaciones. El patrón se repite porque el cordón de apego sigue anclado a la emoción no resuelta. Y hasta que no vayamos al origen, seguiremos girando en los mismos círculos energéticos.
Sanar estas heridas implica un trabajo profundo: liberar la emoción contenida, reintegrar los fragmentos del alma, y cortar los cordones de apego que mantienen viva esa conexión con el pasado. En ese proceso, el cuerpo comienza a respirar otra vez, la energía vital vuelve a fluir, y la conciencia se expande con una claridad luminosa.
Entidades y manipulación energética
Cuando los cordones de apego se mantienen activos por largos periodos, especialmente aquellos ligados a traumas no resueltos, emociones reprimidas o vínculos desequilibrados, pueden volverse puntos vulnerables dentro de nuestro campo energético. Estos puntos de fuga no solo drenan nuestra energía vital: también atraen presencias externas que encuentran en nuestras heridas un espacio donde alojarse.
Muchas veces, estas presencias no son fáciles de detectar. No se presentan como sombras dramáticas o voces externas, sino como impulsos, pensamientos repetitivos, sabotajes internos o emociones que parecen no tener origen claro. En mi experiencia como terapeuta energética, he visto cómo ciertas entidades, fragmentos espirituales ajenos o energías discordantes se vinculan directamente a los cordones de apego que nacieron del sufrimiento.
Estas presencias manipulan la herida. Se alimentan de nuestra tristeza, de la culpa, del miedo, y moldean nuestras respuestas emocionales para mantenernos en un estado de baja vibración. Es como si alguien desde adentro estuviera constantemente tirando de esos cordones, reactivando el pasado, impidiendo la sanación.
Aquí cobra vital importancia salir de la visión limitada de la realidad tridimensional. Nuestra existencia no termina en lo físico. Nuestro cuerpo energético se extiende más allá del espacio visible, y como guardianes de nuestra propia luz, debemos aprender a proteger y mantener limpio ese espacio sagrado.
La forma más efectiva de cortar estas influencias es recuperar el mando interior. No basta con eliminar una energía oscura si no recuperamos también la parte de nosotros que se entregó. Por eso, la sanación no es solo corte, es reintegración. No es solo liberar, es empoderar.
Reforzar nuestra conexión con la conciencia divina, activar nuestras capacidades intuitivas y establecer límites energéticos claros nos devuelve el control. Y en ese acto de soberanía, los cordones de apego pierden fuerza, se disuelven, y lo que antes fue una herida se convierte en sabiduría.

La sexualidad y los lazos espirituales
El encuentro sagrado que deja huella energética
La sexualidad, en su forma más elevada, es un acto de fusión energética y espiritual, no solo un encuentro físico. Cuando dos cuerpos se unen, también lo hacen sus campos áuricos, sus memorias, sus emociones y sus karmas. Y es precisamente en esa profundidad donde nacen algunos de los cordones de apego más fuertes y persistentes que un ser humano puede experimentar.
Durante el acto sexual, se intercambia no solo placer, sino también energía vital y vibración emocional. En especial cuando hay fluidos compartidos o entrega emocional intensa, se crea un lazo espiritual que permanece mucho más allá de lo físico. Aunque una relación haya terminado en el plano material, el vínculo energético puede seguir activo, generando sensaciones confusas, atracción no resuelta, sueños recurrentes o emociones inexplicables hacia la otra persona.
Esto ocurre porque el alma reconoce que algo profundo fue compartido, y mientras ese intercambio no sea reconocido, limpiado y liberado, el cordón de apego sigue operando en silencio, con energía circulando de ida y vuelta. Y si la relación fue tóxica o dolorosa, ese flujo puede arrastrar emociones densas, influencias limitantes o incluso memorias sexuales que no nos pertenecen del todo.
El poder de la intención en la unión sexual
Lo que muchas personas no saben es que el estado emocional y mental en el momento de la unión sexual es determinante. Si se hace desde el amor, la presencia y el respeto, el acto puede transformarse en una medicina energética, un acto alquímico que eleva la vibración de ambos y transciende el karma. Pero si se realiza desde la carencia, la desconexión o el deseo de controlar o complacer, puede abrir heridas o reforzar patrones de co-dependencia.
La energía sexual es una fuerza creadora. Puede atraer almas, sanar vínculos o perpetuar dolor. Por eso, ser conscientes de con quién nos unimos y desde dónde lo hacemos es un acto de amor hacia el propio campo energético.
Cortar los cordones de apego formados en relaciones sexuales pasadas no es un acto de rechazo, sino de respeto profundo. Es reconocer lo compartido, honrar la experiencia, y liberarla para que la energía vuelva a nosotros limpia, íntegra y disponible para crear desde el presente.
Visualización para el corte de cordones de apego
Cortar los cordones de apego no es un acto de rechazo ni de odio, sino un gesto profundo de amor propio y liberación mutua. Es una forma de recuperar nuestra energía, cerrar ciclos, sanar heridas invisibles y abrir espacio para que lo nuevo llegue con claridad y paz.
A continuación, te propongo una visualización guiada que puedes realizar cada vez que sientas que existe un lazo energético activo que ya no necesitas sostener:
Preparación del espacio
Busca un lugar tranquilo, donde no seas interrumpido. Si puedes, pon música suave, enciende una vela o un incienso. Cierra los ojos y realiza tres respiraciones profundas, inhalando calma y exhalando todo lo que ya no necesitas.
Visualízate de pie en un entorno natural que te brinde paz: un bosque, la orilla de un lago, una playa al amanecer. Siente la tierra bajo tus pies, el viento acariciando tu rostro, la presencia amorosa de la naturaleza envolviéndote.
Ahora, invoca la presencia de tu Ser Superior, ese aspecto elevado y sabio de ti mismo, y permite que te guíe y te proteja durante todo el proceso.
El círculo de luz
Visualiza que trazas a tu alrededor un círculo de luz dorada que te envuelve completamente. Este círculo representa tu espacio sagrado, tu campo protegido.
Luego, invita al ser —persona, situación o energía— con quien sientes que existe un cordón activo. Imagina a esa persona frente a ti, también rodeada por su propio círculo de luz, separado del tuyo. No es necesario sentir simpatía o resentimiento. Solo observa con neutralidad, como un testigo del alma.
El corte de los cordones
Mira entre tú y la otra persona. ¿Qué ves? ¿Cordones, hilos, raíces, tubos energéticos? ¿Dónde están conectados en tu cuerpo?
Toma en tus manos, desde tu imaginación, una gran tijera dorada o una espada de luz. Con intención amorosa y firmeza interior, comienza a cortar los cordones de apego, uno a uno, desde tu cuerpo. A medida que cortas, visualiza que la luz sella esos puntos, llenándolos de energía limpia, de amor y de poder.
Luego haz lo mismo con la otra persona: corta desde su cuerpo los extremos que le corresponden, sellándolos también con luz.
Transmutación y sanación
Apila todos los cordones cortados y colócalos en un pilar de fuego violeta, la llama transmutadora del perdón, la liberación y la purificación espiritual. Observa cómo se disuelven en el fuego, sin dolor, sin miedo. Solo transformación.
Deja que el fuego violeta sane ambos campos energéticos, liberando todo lo que ya no tiene que estar, y devolviendo la paz a cada célula, a cada rincón de tu alma.
Cierre e integración
Envuélvete en una burbuja de luz blanca brillante, como un manto de protección y amor. Siente la ligereza, la claridad. Nota cómo tu campo energético está más limpio, más fuerte, más tuyo.
Vuelve lentamente a tu cuerpo físico. Mueve los dedos de las manos y de los pies. Respira profundo. Si lo deseas, visualiza raíces que salen de tus pies hacia el centro de la Tierra, anclándote con firmeza, estabilidad y presencia.
Agradece a tu Ser Superior, a la energía liberada, y a ti mismo por haber elegido sanar.
Este ritual puede repetirse cuantas veces lo necesites. Algunos cordones requieren varios niveles de corte. Lo importante es que cada paso lo hagas desde el amor, sin culpa ni resistencia.
Recordar que somos energía y que tenemos el derecho y el poder de limpiarla, protegerla y honrarla, es uno de los actos más sagrados del camino espiritual.
Conclusión: liberar para renacer
A lo largo de este recorrido hemos comprendido que los cordones de apego son mucho más que lazos emocionales: son estructuras energéticas vivas que pueden influir en nuestra salud, nuestras emociones, nuestras decisiones… e incluso en nuestro destino. Algunos se crean por amor, otros por dolor, muchos desde el inconsciente. Pero todos tienen algo en común: nos vinculan a experiencias pasadas que necesitan ser reconocidas, comprendidas y, cuando sea el momento, amorosamente liberadas.
Sostener un cordón que ya cumplió su ciclo es como cargar con un equipaje emocional que no nos permite avanzar. A veces creemos que cortar un vínculo es egoísmo, pero en realidad, es un acto de profunda responsabilidad espiritual y amor propio. Liberar no significa olvidar, ni rechazar, ni huir. Liberar significa honrar lo vivido, agradecer lo aprendido y abrir espacio a lo nuevo que quiere llegar.
Cada vez que cortas un cordón desde la conciencia, recuperas fragmentos de ti que habías dejado atrás. Y en ese proceso, tu alma se hace más fuerte, tu energía más pura, y tu camino más claro.
Recuerda: no estás aquí para vivir atado al pasado, sino para expandirte, brillar y amar en libertad. Tienes el derecho —y el poder— de limpiar tu campo, de cuidar tu energía, y de construir relaciones desde la verdad, la plenitud y la autenticidad.
Haz del corte de cordones de apego un ritual sagrado en tu camino de evolución. Porque cada vez que lo haces, una nueva versión de ti nace, más libre, más liviana y más conectada a la luz que realmente eres.
Actualizado el 24 de junio de 2025 para reflejar nueva información.
[…] Si queremos saber el cuando cortar cordones etéricos con otras personas, primero tenemos que entender el proceso por el cual suceden. Cuando nos conectamos con otra persona, especialmente románticamente, activamos un cordón energético con ellos. A medida que continuamos a través de la relación, cada interacción, pensamiento, emoción y sentimiento, se agrega y circula por el cordón. […]