La ciencia moderna se ha topado con uno de los misterios más profundos de la existencia humana: las experiencias cercanas a la muerte, o NDE (Near Death Experiences). Lejos de ser casos aislados o fantasías individuales, estas vivencias se han registrado en todas las culturas y épocas conocidas. Jóvenes, ancianos, creyentes y ateos coinciden en algo asombroso: relatan haber abandonado su cuerpo físico, haber transitado por un túnel, sentido una paz infinita o reencontrado con seres ya fallecidos. El Dr. Peter Fenwick lo resume con claridad: “no parece haber muchas dudas de que las NDE ocurren en todas partes del mundo, incluso entre personas que nunca habían oído hablar del fenómeno”.

Gracias al avance de las técnicas de reanimación, cada vez más personas han regresado de la frontera entre la vida y la muerte con relatos profundamente transformadores. Muchos describen una conciencia expandida, sensaciones de amor absoluto, o la certeza de haber tocado una dimensión más allá de lo físico. Para quienes han vivido una NDE, estas experiencias no son alucinaciones: son reales, vívidas y emocionalmente estremecedoras. Tanto es así que, en muchos casos, cambian por completo su visión del mundo, su propósito y su manera de vivir.

La evidencia es aplastante y coherente, no solo en miles de testimonios, sino también en su conexión con otros fenómenos como las experiencias fuera del cuerpo (OBE), los mensajes de médiums o las apariciones espirituales. Aunque los escépticos más informados ya reconocen la existencia de las NDE, el debate gira ahora en torno a su significado: ¿son manifestaciones del alma o simples trucos del cerebro? La ciencia materialista sugiere que todo ocurre en la mente. En cambio, desde la visión espiritual, se cree que el cuerpo astral se separa del cuerpo físico ante la inminencia de la muerte y experimenta las primeras etapas de la vida después de la vida.

Uno de los pioneros en abrir este debate fue el Dr. Raymond Moody, cuya obra Vida después de la vida marcó un antes y un después en la investigación de estos fenómenos. Desde entonces, se han acumulado más de 150 investigaciones académicas en todo el mundo, dando lugar a asociaciones internacionales y publicaciones científicas dedicadas exclusivamente a estudiar las NDE. Así, lo que antes se consideraba un tabú o una rareza, hoy se posiciona como un campo legítimo de exploración para comprender lo que quizás sea la pregunta más sagrada de todas: qué ocurre cuando morimos.

Quince elementos comunes

El Dr. Raymond Moody, pionero en la investigación de las experiencias cercanas a la muerte, halló un patrón común sorprendente tras analizar más de 150 relatos. A pesar de las diferencias culturales o personales, descubrió quince elementos recurrentes que permitieron construir una narrativa típica de lo que muchas personas viven al borde de la muerte. Esta experiencia no solo es coherente entre quienes la han atravesado, sino que también revela una dimensión extraordinaria de la conciencia humana, más allá de lo físico y lo racionalmente explicable.

En esta experiencia tipo, la persona escucha que ha muerto, y al instante comienza a sentir una serie de fenómenos inusuales: un zumbido agudo, la sensación de moverse rápidamente por un túnel oscuro, y la percepción de estar fuera de su cuerpo, observando desde una perspectiva elevada los esfuerzos médicos por revivirlo. Aunque al principio esta deslocalización resulta desconcertante, pronto se siente más cómodo en ese estado y se da cuenta de que posee otro cuerpo, distinto al físico, con capacidades distintas, más sutiles, más conscientes.

Poco después, seres queridos ya fallecidos o entidades luminosas vienen a su encuentro. Uno de estos seres, descrito como una figura de luz amorosa y compasiva, le guía hacia una revisión profunda de su vida. En un instante atemporal, ve sus acciones, decisiones y emociones con una claridad impactante. Y cuando se acerca a una barrera —una especie de frontera entre esta vida y lo que viene después— se le comunica que aún no es su momento, y debe regresar. Aunque lo hace a regañadientes, vuelve a su cuerpo físico con el alma transformada, profundamente impactado por la experiencia vivida.

Al despertar, muchos encuentran grandes dificultades para poner en palabras lo vivido. No existen vocablos terrenales que puedan abarcar lo que experimentaron en esa otra dimensión. Además, el miedo al ridículo o al rechazo los lleva a callar. Sin embargo, el efecto en sus vidas es indiscutible: cambia su manera de ver la muerte, de vivir el presente, de amar. Otros investigadores como Kenneth Ring, Elisabeth Kübler-Ross o Bruce Greyson han confirmado estos patrones, demostrando que, aunque algunos solo experimenten las primeras fases, el núcleo de la experiencia cercana a la muerte es universal y profundamente transformador.

La visión durante la inconsciencia

Uno de los estudios más reveladores sobre las experiencias cercanas a la muerte proviene del Dr. Michael Sabom, un cardiólogo de Georgia que decidió investigar a fondo lo que vivían algunos de sus pacientes tras ser revividos. Entrevistó a 100 personas que estuvieron clínicamente muertas o en estados muy próximos a la muerte, y descubrió que el 61% de ellas relataba experiencias cercanas a la muerte clásicas, muy similares a las que Raymond Moody había documentado años antes. Pero lo más impactante aún estaba por descubrirse.

Muchos de estos pacientes, durante el tiempo en que estuvieron inconscientes o clínicamente muertos, describieron con una precisión sorprendente lo que sucedía a su alrededor: el tipo de maniobras médicas realizadas, las herramientas utilizadas, incluso los comentarios entre los profesionales de salud. Estas descripciones no eran vagas ni simbólicas. Eran detalladas, técnicas y exactas, como si realmente hubieran estado presentes, observando desde un punto externo a sus cuerpos.

Para descartar que se tratara de imaginación o conocimiento previo, el Dr. Sabom ideó un experimento crucial. Entrevistó a pacientes cardíacos que no habían tenido ninguna NDE y les pidió que imaginaran cómo sería una reanimación de emergencia. El resultado fue claro: el 80% de ellos cometió errores al describir el procedimiento. En contraste, los pacientes que afirmaban haber vivido una experiencia fuera del cuerpo no cometieron un solo error en sus descripciones. Esto sugiere que su visión durante la inconsciencia no fue producto de suposiciones, sino de una percepción real y externa.

Este hallazgo abrió un nuevo campo de debate dentro de la medicina y la conciencia: ¿cómo es posible ver sin ojos, escuchar sin oídos, recordar sin cerebro activo? La ciencia aún no tiene una respuesta definitiva, pero los estudios de Sabom nos acercan a una posibilidad inquietante y bella: que la conciencia pueda existir más allá del cuerpo, y que durante esos segundos entre la vida y la muerte, algo en nosotros —llámese alma, esencia o conciencia— permanece despierto y observando.

Una experiencia común

Hoy en día, ya no se trata de unos pocos casos aislados. Millones de personas en todo el mundo afirman haber tenido una experiencia cercana a la muerte (NDE). En 1982, una encuesta realizada por George Gallup Jr. reveló que cerca de ocho millones de estadounidenses —aproximadamente el 5% de la población adulta— habían vivido este tipo de experiencia. Esta cifra, lejos de disminuir con el tiempo, ha ido en aumento, a medida que más personas se animan a compartir su testimonio sin miedo al juicio o al rechazo.

Los datos no se limitan a un solo país. Una encuesta australiana de 1989, realizada por Allan Kellehear y Patrick Heaven, mostró que el 10% de los participantes (179 personas) habían experimentado al menos cinco de los elementos típicos que definen una NDE. Estas cifras confirman lo que muchos investigadores ya sospechaban: las experiencias cercanas a la muerte son un fenómeno humano universal, que trasciende religiones, edades, culturas y geografías.

Diversos estudios realizados en lugares tan distintos como Inglaterra, Italia, Melanesia e India han llegado a conclusiones notablemente similares. Investigadores como Margot Grey, Paola Giovetti, Dorothy Counts, Satwant Pasricha e Ian Stevenson han documentado casos profundamente coherentes entre sí, lo que refuerza la hipótesis de que se trata de un fenómeno legítimo y global. Incluso en la antigüedad, encontramos referencias claras, como la NDE descrita por Platón en La República, lo que sugiere que esta vivencia ha acompañado a la humanidad desde siempre.

A pesar de esta constancia histórica, es solo en las últimas décadas que las personas se han sentido verdaderamente libres para hablar sobre sus experiencias. Durante siglos, el miedo al ridículo, a la incomprensión o a la condena religiosa, hizo que muchos callaran. Pero hoy, gracias al trabajo de médicos, psicólogos e investigadores, el velo del silencio se está levantando. Y con él, surge una nueva comprensión de lo que significa morir… y de lo que podría significar seguir viviendo más allá.

Efectos posteriores comunes

Las experiencias cercanas a la muerte no terminan cuando la persona regresa a su cuerpo. Para muchos, es apenas el comienzo de un proceso transformador profundo que afecta cada rincón de su existencia. Según la Asociación Internacional para los Estudios al Borde de la Muerte, cerca del 80% de quienes atraviesan una NDE aseguran que su vida cambió para siempre. No se trata solo de una nueva perspectiva espiritual, sino de una revolución fisiológica, emocional y existencial que puede durar años. En promedio, el proceso de reajuste toma hasta siete años, siendo los primeros tres los más desafiantes.

Lo más revelador es que estos cambios post-NDE no se limitan a adultos, sino que afectan también a niños y adolescentes que han vivido estas experiencias. Incluso personas que han tenido sueños intensamente vívidos, estados meditativos profundos o situaciones en las que estuvieron muy cerca de morir sin llegar a una muerte clínica, reportan efectos similares. Lo común en todos los casos es un profundo despertar de conciencia, difícil de explicar pero imposible de ignorar.

La investigadora australiana Cherie Sutherland entrevistó a 50 sobrevivientes de experiencias cercanas a la muerte y descubrió patrones consistentes, alejados de lo que se observa en alucinaciones inducidas por drogas o químicos. Estudios previos de Kenneth Ring y P.M.H. Atwater confirmaron estos resultados. Entre los efectos más comunes se encuentran: pérdida total del miedo a la muerte, fuerte creencia en la vida después de la vida y un creciente desapego de la religión organizada, en favor de una espiritualidad vivencial, íntima y libre.

Pero los cambios van mucho más allá de la filosofía personal. Muchos afirman haber desarrollado sensibilidad psíquica, mayor sentido del propósito, una necesidad de soledad y contemplación, y un claro desinterés por el éxito material, acompañado de un giro radical hacia el desarrollo interior y el servicio a los demás. Un 75% de los entrevistados incluso cambiaron de profesión, orientándose a carreras que implican ayuda, sanación y acompañamiento espiritual. Esta metamorfosis no siempre es fácil: para muchos, sus relaciones, hábitos y prioridades cambian tanto que se sienten desalineados con su entorno anterior. Y sin embargo, todos coinciden en lo mismo: volver transformados, es volver más vivos que nunca.

Los sobrevivientes se vuelven más psíquicos

Las experiencias cercanas a la muerte (NDE) no solo marcan un antes y un después en el plano espiritual, sino que también producen efectos medibles y extraordinarios en la vida cotidiana de quienes las han vivido. Un estudio independiente realizado por el Dr. Melvin Morse, pediatra e investigador estadounidense, reveló que las personas que habían atravesado una NDE presentaban una frecuencia tres veces mayor de experiencias psíquicas verificables en comparación con el resto de la población. Este dato, por sí solo, pone en jaque muchas explicaciones puramente fisiológicas.

Uno de los fenómenos más curiosos que observó Morse fue que muchos de estos sobrevivientes no podían usar relojes de pulsera, ya que los descomponían en cuestión de días. Además, causaban fallos eléctricos en ordenadores portátiles, provocaban cortocircuitos o incluso desmagnetizaban tarjetas de crédito sin tocarlas directamente. Estas alteraciones en los campos electromagnéticos personales, aunque difíciles de explicar desde la ciencia convencional, se repiten de forma consistente en cientos de casos documentados.

Pero los cambios no terminan ahí. Morse descubrió que estas personas también mostraban mayor compasión, generosidad y responsabilidad social. Donaban más dinero a causas benéficas, eran más propensos a trabajar como voluntarios y muchos optaban por empleos en profesiones dedicadas al cuidado, la salud o el auxilio. Esta transformación en sus valores y prioridades no parecía motivada por una presión externa, sino por una profunda conexión interior con el propósito y el servicio.

A nivel de estilo de vida, también se observaron cambios saludables y sostenibles: comían más frutas y vegetales, evitaban el consumo de drogas y llevaban una vida más consciente. Todo esto refuerza la idea de que la experiencia cercana a la muerte no es una ilusión pasajera, sino un punto de inflexión real y duradero que reestructura la conciencia, el cuerpo y la forma de habitar el mundo. Como concluye el Dr. Morse, estos cambios no son imaginarios: se reflejan en cada aspecto de la vida diaria.

¿Están inventándolas?

A estas alturas, el debate sobre si las experiencias cercanas a la muerte (NDE) existen o no ha quedado prácticamente resuelto. Científicos, médicos, psicólogos, investigadores e incluso escépticos coinciden en que las NDE son reales. Ya no se trata de creencias o suposiciones, sino de hechos respaldados por décadas de estudio y testimonio. Quienes alguna vez dudaron, al investigar con rigor y mente abierta, se han visto confrontados con algo más grande que cualquier hipótesis.

El cardiólogo Michael Sabom, escéptico confeso al inicio de sus investigaciones, pensaba que estas experiencias no eran más que invenciones de la mente. Sin embargo, tras entrevistar a pacientes y revisar en detalle sus relatos, se encontró con un nivel de coherencia y exactitud imposible de negar. Reconoció, con honestidad científica, que había subestimado la profundidad y autenticidad del fenómeno. Lo que en un principio tachó de «patrañas conscientes», terminó por transformarse en su principal línea de investigación.

Otro caso revelador es el del doctor Maurice Rawlings, también cardiólogo, quien aseguraba creer que la muerte era el final absoluto… hasta que vivió una experiencia que cambió su visión por completo. Mientras reanimaba a un hombre de 48 años, escuchó al paciente gritar aterrorizado: “¡Estoy en el Infierno! ¡Sáquenme del Infierno!”. Aunque al principio no le dio importancia, el miedo desgarrador del hombre lo impactó tan profundamente que lo llevó a replantearse todo. Esa experiencia lo impulsó a escribir varios libros sobre el tema, en los que afirma con claridad: la muerte no es el final, y hay realidades más allá de lo físico.

Las experiencias aterradoras durante una NDE —también llamadas «NDE infernales»— no son tan infrecuentes como se pensaba, y han sido estudiadas a fondo por expertos como Bruce Greyson y Nancy Evans Bush. Sus investigaciones revelan que estas vivencias, aunque angustiosas, también pueden tener un profundo poder transformador. Lejos de ser castigos, suelen ser interpretadas por quienes las viven como una llamada al despertar espiritual. Como muestran sus estudios, incluso lo oscuro puede ser una puerta hacia la luz. Si deseas saber más, puedes consultar su trabajo en Understanding and Coping with a Frightening Near-Death Experience.

¿Explicación farmacológica?

Una de las explicaciones más comunes que intentan desacreditar las experiencias cercanas a la muerte (NDE) es que podrían ser el resultado de la administración de drogas durante una crisis médica. Sustancias como la ketamina o la morfina han sido mencionadas como posibles causas. Sin embargo, el propio Dr. Raymond Moody investigó esta hipótesis y la descartó. Muchos de los pacientes que vivieron una NDE no habían recibido ninguna droga. Además, las visiones inducidas por fármacos suelen ser incoherentes, fragmentadas y carentes de los efectos transformadores profundos que caracterizan a las experiencias genuinas cercanas a la muerte.

Algunos investigadores, como R.K. Siegel, han señalado que ciertos estados inducidos por drogas alucinógenas, como el LSD, pueden parecerse superficialmente a una NDE. Sin embargo, los estudios muestran que hay diferencias claras y consistentes en el contenido, la intensidad emocional y el impacto posterior. A diferencia de una experiencia psicodélica, una NDE suele dejar una huella profunda, duradera y coherente que transforma por completo la visión de la vida, la muerte y el propósito existencial. Estas diferencias han sido analizadas y confirmadas no solo por Moody, sino también por múltiples investigadores independientes.

¿Deprivación de oxígeno?

Una de las teorías más repetidas por los escépticos es que las experiencias cercanas a la muerte (NDE) serían provocadas por la falta de oxígeno en el cerebro, como una reacción biológica de un cuerpo en agonía. Sin embargo, esta hipótesis ha sido desmontada por múltiples estudios. El Dr. Raymond Moody ya observó que muchas personas vivieron NDE antes de que existiera cualquier fatiga fisiológica o daño físico aparente. A su vez, el Dr. Michael Sabom, en línea con el Dr. Peter Fenwick, señaló que en la verdadera privación de oxígeno el cerebro experimenta confusión, oscuridad mental y deterioro cognitivo, síntomas completamente ausentes en quienes describen una NDE auténtica.

También se ha argumentado que estas experiencias podrían ser una proyección psicológica del deseo de sobrevivir, o el resultado de creencias religiosas profundamente arraigadas. Sin embargo, investigaciones de Ring, Sabom y Grosso han demostrado que no existe correlación alguna entre las creencias religiosas previas y el contenido de la NDE. Personas ateas, agnósticas o con creencias distintas a la imagen «tradicional» del más allá, han experimentado los mismos elementos fundamentales: luz, amor, revisión de vida, separación del cuerpo. Esto demuestra que la NDE no responde a condicionamientos culturales, sino a algo más profundo y universal.

Otras explicaciones psicológicas, como la teoría de que las NDE son un retorno simbólico al momento del nacimiento (propuesta por Uri Lowental), o una forma de despersonalización defensiva (según Kletti y Noyes), han sido ampliamente refutadas. Estudios de Gabbard y Twemlow demostraron que estos fenómenos psicológicos no coinciden ni en edad, ni en estructura, ni en contenido emocional con las NDE reales. Incluso la hipótesis de que se trata de alucinaciones autoscópicas, un trastorno psicológico extremadamente raro, ha sido descartada por Sabom y otros investigadores, quienes identificaron diferencias claras y repetidas entre estos estados clínicos y las experiencias vividas al borde de la muerte.

¿Explicaciones neurofisiológicas?

El Dr. Raymond Moody analizó las similitudes entre la revisión de vida que ocurre durante las experiencias cercanas a la muerte y las escenas retrospectivas reportadas por pacientes con anomalías neurológicas. A primera vista, ambos fenómenos podrían parecer similares, ya que implican la aparición repentina de recuerdos. Sin embargo, al examinarlos más de cerca, Moody concluyó que eran fundamentalmente distintos. Mientras que los episodios neurológicos tienden a ser aleatorios y centrados en detalles triviales que el paciente olvida rápidamente, las revisiones de vida en las NDE poseen un orden coherente, profundo y significativo.

Durante una NDE, los eventos de la vida son revividos de forma cronológica y con una claridad emocional impactante. No se trata simplemente de recordar: es una visión integral, en la que la persona no solo ve lo que hizo, sino también cómo sus acciones afectaron a los demás. Esta experiencia genera una comprensión expandida del propósito vital, como si se tratara de una revelación interior que trasciende la lógica lineal del tiempo. Para Moody, esta diferencia esencial refuerza la idea de que la revisión de vida en una NDE no es una distorsión neurológica, sino una vivencia espiritual auténtica y transformadora.

¿Cerebro moribundo?

El Dr. Peter Fenwick, reconocido neuropsiquiatra y especialista de prestigio internacional en la relación entre cerebro, mente y conciencia, se ha convertido en una de las principales autoridades del mundo en experiencias cercanas a la muerte (NDE). Como presidente de la Asociación Internacional para los Estudios de Casi Muerte y consultor en neuropsiquiatría, su visión se apoya en décadas de práctica clínica, investigación científica y comprensión profunda del funcionamiento cerebral. Junto a su esposa, la científica Elizabeth Fenwick, ha investigado a fondo las teorías materialistas que intentan reducir las NDE a simples procesos fisiológicos de un cerebro agonizante.

Frente a los argumentos escépticos de algunos psicólogos, Fenwick es claro: carecen del conocimiento especializado para evaluar lo que sucede realmente en un cerebro al borde de la muerte. Mientras que la formación en psicología apenas incluye un conocimiento superficial sobre neurofisiología, los neuropsiquiatras como él trabajan diariamente con pacientes con lesiones cerebrales, desorientación cognitiva y confusión profunda. Por ello, afirma con contundencia que no es posible tener experiencias claras, ordenadas, y espiritualmente significativas con un cerebro dañado o descompensado. Las NDE, según su experiencia clínica, no pueden explicarse por falta de oxígeno, por endorfinas o por disfunciones cerebrales.

Fenwick desmonta uno a uno los argumentos más comunes. Respecto a las endorfinas, señala que aunque se administren diariamente en forma de morfina, jamás producen experiencias trascendentes ni estructuradas como las descritas en las NDE. Tampoco el argumento del deseo inconsciente se sostiene: si así fuera, todas las experiencias serían positivas, y sin embargo existen NDE difíciles, neutrales e incluso aterradoras. Además, si las NDE fueran causadas por un cerebro moribundo, todos los pacientes en estado terminal deberían vivirlas, cosa que no ocurre. Estas observaciones apuntan hacia una causa que no es fisiológica, sino profundamente espiritual y no local.

A los escépticos con mentalidad cerrada, Fenwick lanza preguntas directas y difíciles de ignorar: ¿Cómo se explican las transformaciones espirituales profundas y duraderas que siguen a una NDE? ¿Qué pruebas existen de que una descarga de endorfinas pueda inducir una revisión ordenada y panorámica de la vida entera? ¿Cómo se justifican las asombrosas similitudes entre NDE y experiencias fuera del cuerpo (OBE), incluso entre personas sin creencias previas? La evidencia apunta con fuerza a una conclusión inquietante y luminosa: la conciencia podría no depender exclusivamente del cerebro, y lo que consideramos “el final” tal vez sea una puerta hacia algo mucho más vasto.

Insuficientes explicaciones físicas

El Dr. Peter Fenwick, prestigioso neuropsiquiatra británico y figura clave en el estudio de las experiencias cercanas a la muerte (NDE), se ha dedicado durante décadas a investigar la frontera entre el cerebro, la mente y la conciencia. Como presidente de la Asociación Internacional para los Estudios de Casi Muerte, y junto a su esposa Elizabeth Fenwick —científica formada en Cambridge—, ha profundizado en los argumentos materialistas que intentan reducir las NDE a simples efectos bioquímicos de un cerebro agonizante. Su conclusión, respaldada por rigurosa evidencia clínica, es clara: las NDE no pueden explicarse desde la fisiología tradicional.

Frente a las teorías sostenidas por algunos psicólogos, Fenwick señala que muchos de ellos carecen del conocimiento técnico necesario sobre el funcionamiento cerebral. Mientras los neuropsiquiatras trabajan a diario con casos de daño neurológico severo —donde lo común es la desorientación, la confusión y la pérdida de memoria—, las NDE se caracterizan por ser experiencias altamente estructuradas, coherentes y transformadoras. Además, no pueden atribuirse a endorfinas, falta de oxígeno ni procesos degenerativos, ya que ninguna de estas condiciones reproduce la intensidad, la claridad ni los efectos posteriores que caracterizan a estas vivencias.

Fenwick derriba los argumentos más recurrentes con firmeza. La morfina, administrada a miles de pacientes cada día, jamás ha provocado visiones trascendentales ni revisiones de vida ordenadas. Si las NDE fueran producto del deseo inconsciente, todas serían placenteras; sin embargo, también hay experiencias neutras o infernales. Si fueran consecuencia de un cerebro en proceso de morir, todos los pacientes terminales las vivirían, y no es así. Todo esto sugiere que las NDE no provienen de un mecanismo fisiológico, sino de una dimensión más profunda y no local de la conciencia, tal vez la que se revela justo cuando el cuerpo parece llegar a su fin.

Conclusión

Las experiencias cercanas a la muerte ya no pueden ser ignoradas ni reducidas a meras alucinaciones o fallos del cerebro. La evidencia recopilada por médicos, neuropsiquiatras y científicos de renombre como el Dr. Peter Fenwick muestra que estas vivencias son coherentes, transformadoras y profundamente humanas, y no pueden explicarse desde los mecanismos fisiológicos tradicionales. Lejos de ser simples desvaríos de un cuerpo en crisis, las NDE revelan una posible dimensión trascendente de la conciencia, una que persiste más allá del umbral de la vida.

A medida que más profesionales se atreven a mirar con honestidad y apertura este fenómeno, crece la certeza de que la conciencia no está confinada al cerebro, y que morir tal vez no sea un final, sino una transición. Las experiencias relatadas por miles de personas en todo el mundo nos invitan a replantearnos lo que significa vivir, morir… y seguir existiendo. Quizá, al borde del silencio, comienza lo más real.

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