El camino hacia el desarrollo interior, es en parte un viaje en busca de la felicidad interior, un estado que se encuentra en nuestra naturaleza esencial como seres humanos. Somos nosotros y no el exterior los que sacamos la felicidad desde nuestro interior. Es un camino que emprendemos con la esperanza de descubrir la alegría interna que no esté sujeta a las variaciones externas. Sin embargo, la complejidad de este viaje hacia la felicidad interior radica en la distorsión de nuestra percepción mental, un fenómeno que esta condicionado por el personaje que hemos construido a lo largo de nuestra vida.

El «personaje» al que nos referimos, es esa construcción mental y emocional que hemos ido creando para adaptarnos y sobrevivir en la sociedad. Este personaje a menudo se convierte en el narrador principal de nuestra historia, influyendo en cómo nos vemos a nosotros mismos y en lo que consideramos esencial para alcanzar nuestra felicidad interior. Lo malo es que este narrador interior ha tergiversado nuestra comprensión fundamental de la felicidad.

El personaje nos lleva a identificar la felicidad con los eventos y/o logros externos. Nos hace creer que solo podemos ser felices cuando obtenemos ciertas cosas, alcanzamos unas metas o experimentamos situaciones ideales. Esta asociación entre la felicidad y las circunstancias externas, crea una dependencia emocional que nos deja vulnerables a las inevitables variaciones de la vida.

Existe una paradoja que es que, al vincular nuestra felicidad a unas condiciones externas, el personaje también nos prohíbe ser felices cuando estas circunstancias no se cumplen. Es entonces cuando vemos que se nos condena a una insatisfacción constante, haciendo que nuestra bienaventuranza sea algo frágil. La búsqueda de la felicidad se convierte así en un juego interminable de perseguir objetivos y esquivar obstáculos, una tarea agotadora e inalcanzable.

El trabajo interior se presenta como la oportunidad de liberarnos de las cadenas impuestas por nuestro personaje. Implica despojarnos de nuestras falsas creencias y de las expectativas, reconociendo que la verdadera felicidad no viene desde los sucesos externos, sino desde nuestra percepción interna y a través de la conexión con nuestra esencia más profunda.

Al embarcarnos en este viaje, cultivamos la capacidad de experimentar la felicidad en el momento presente, independientemente de las circunstancias externas. Aprendemos a apreciar la belleza de la vida sin depender de los logros, las posesiones o la aprobación externa. Es entonces cuando la felicidad se convierte en un estado interno que no está sujeto a las variaciones del mundo exterior.

Una mujer riendo con los ojos cerrados gracias a su felicidad

El origen de la felicidad interior

Dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo y esfuerzo a manipular las circunstancias externas con la esperanza de alcanzar un estado de bienestar. La noción fundamental que subyace en este dilema, es que la felicidad no puede depender de las circunstancias externas, ya que estas son, por naturaleza, cambiantes e incontrolables. Si entendemos que la felicidad interior esta incluida en nuestra naturaleza esencial, surge la pregunta: ¿Y cómo podemos experimentarla de una manera constante, independientemente de las condiciones externas?

La clave radica en reconocer que somos seres en constante transformación y que nuestra esencia no está vinculada a eventos externos o logros efímeros. La felicidad no es algo que se busca fuera de nosotros mismos; más bien, es algo que se revela cuando nos conectamos con nuestro ser más auténtico, incluso en medio de las adversidades.

Para abrazar esta perspectiva, es necesario elevarnos a un plano de consciencia superior al habitual. Implica trascender la mentalidad con condiciones que viene del personaje y adentrarnos en un estado de ser consciente y presente. En lugar de luchar contra las dificultades que inevitablemente encontramos en la vida, se trata de abrazarlas con una actitud de aceptación y comprensión. Esto implica reconocer que, aunque no podemos controlar todo lo que nos sucede, sí podemos controlar cómo respondemos a las situaciones. La verdadera libertad está en nuestra capacidad de elegir nuestra respuesta, especialmente cuando las cosas no van como esperamos.

En lugar de aferrarnos a la búsqueda incesante de cambiar el mundo exterior para que se ajuste a nuestras expectativas, podemos dirigir nuestra energía hacia el cultivo de la paz interior y la conexión con nuestra esencia más profunda. Este cambio de enfoque nos permite experimentar la felicidad no como un objetivo futuro, sino como una realidad presente.

Cambiando la respuesta a aquello que nos molesta

La actitud de poner atención y reconocer aquello que no nos gusta, representa un cambio radical en la forma en que abordamos las situaciones que nos generan malestar. Con frecuencia, la reacción automática ante lo que nos molesta es el rechazo, una respuesta impulsada por la incomodidad. Sin embargo, al poner atención a lo que nos perturba, se inicia un proceso de reconocimiento que va más allá del simple juicio negativo. En lugar de ignorar o condenar lo que nos causa malestar, el acto de prestar atención implica reconocerlo como una realidad tangible, con la misma validez que cualquier otra parte de nuestra experiencia. Este reconocimiento no implica necesariamente aceptación inmediata; más bien, es el primer paso para comprender la complejidad de nuestras reacciones y emociones frente a la adversidad.

Mujer con etiquetas pegadas

El hecho de reconocer lo molesto como parte de la realidad, no implica que debamos estar de acuerdo con ello o que automáticamente lo aceptemos. La discrepancia con lo que nos incomoda puede persistir, pero al reconocer su existencia real, empezamos a quitar poder a esa negatividad que puede afectarnos de alguna manera. Comprendemos que el rechazo y el juicio emocional, solo refuerza la carga negativa que le atribuimos.

Es esencial entender que nosotros existimos en este mundo por derecho propio, al igual que también aquello que nos molesta. Esta perspectiva invita a reconocer que ambos coexisten en el mismo espacio y tiempo, formando parte integral de la experiencia humana. La idea no es necesariamente cambiar nuestra percepción inmediata y considerar que lo adverso es bueno o deseable, sino reconocer su existencia sin otorgarle un poder desmesurado sobre nuestra paz interior.

Es interesante notar que aquello que nos molesta, por lo general, no tiene la intención de interferir en nuestra existencia. Es una parte más de la realidad y, en muchos casos, puede que ni siquiera esté consciente del impacto que puede tener en nosotros. Reconocer esto, nos permite el hecho de no proyectar pensamientos y sentimientos negativos, comprendiendo que no se trata de algo malo, sino más bien de una manifestación más de la complejidad de la vida.

Al adoptar esta actitud de poner atención y reconocimiento hacia lo adverso, abrimos la puerta a una comprensión más profunda de nuestras propias reacciones y, posiblemente, a la posibilidad de transformar nuestra relación con aquello que inicialmente nos perturba. Este cambio de enfoque no solo reduce el poder de la negatividad, sino que también nos brinda la oportunidad de cultivar una serenidad interior que trasciende las circunstancias externas.

¿Como podemos cambiar nuestra respuesta?

Cambiar la respuesta a aquello que nos molesta implica un proceso consciente de autoreflexión y desarrollo personal. Aquí hay algunas estrategias que puedes considerar para modificar tu respuesta ante situaciones adversas:

  1. Autoconocimiento : Tómate el tiempo para reflexionar sobre tus propias reacciones y emociones. Pregunta a ti mismo por qué ciertas cosas te molestan y trata de identificar patrones en tus respuestas emocionales. Conocer tus propias sensibilidades te ayudará a entender mejor tu comportamiento.
  2. Práctica de Mindfulness : La práctica de la atención plena (mindfulness) puede ser valiosa. Aprender a estar presente en el momento sin juzgar te permite observar tus pensamientos y emociones de manera objetiva. Esto puede ayudarte a separarte emocionalmente de las situaciones molestas y responder de manera más equilibrada.
  3. Cambio de Perspectiva : Intenta ver la situación desde diferentes perspectivas. ¿Hay algo que puedas aprender de la experiencia?… ¿La molestia es proporcional a la situación?… A veces, cambiar la forma en que percibes un evento puede cambiar tu reacción emocional.
  4. Práctica del Desapego : Practicar el desapego no significa ignorar o no preocuparte por las situaciones, sino liberarte de la carga emocional excesiva. Reconoce que no puedes controlar todo, pero sí puedes controlar cómo respondes. Aprender a soltar la necesidad de controlar cada situación puede disminuir la intensidad de tus reacciones emocionales.
  5. Desarrollo de la Empatía : Trata de comprender las perspectivas y motivaciones de los demás. La empatía puede ayudarte a conectar con la humanidad compartida, recordándote que todos enfrentamos desafíos y luchas. Este entendimiento puede suavizar tu reacción hacia lo que te molesta.
  6. Comunicación Asertiva : Si es posible y apropiado, considera expresar tus sentimientos y preocupaciones de manera clara y respetuosa. La comunicación abierta puede ayudar a resolver malentendidos y evitar que las tensiones se acumulen.
  7. Enfocarse en lo Positivo : Practica la gratitud y enfócate en los aspectos positivos de tu vida. A veces, recordar las cosas buenas puede contrarrestar la influencia de lo que te molesta.
  8. Desarrollo de la Resiliencia : La resiliencia es la capacidad de adaptarse y recuperarse frente a la adversidad. Desarrolla esta habilidad cultivando una mentalidad de crecimiento y aprendizaje a través de los desafíos.
  9. Herramientas de Gestión del Estrés : Incorpora técnicas de gestión del estrés en tu rutina diaria, como la meditación, la respiración profunda o el ejercicio regular. Estas prácticas pueden ayudarte a mantener la calma frente a situaciones estresantes.
Mujer con los ojos cerrados meditando

Trascender la dualidad malo-bueno a experiencia

La dinámica de comparación que el personaje utiliza al interactuar con otros seres humanos, a menudo nos lleva a una ilusión de bondad en contraste con la presunta maldad de los demás. Este enfoque, aunque puede proporcionar una sensación momentánea de superioridad moral, no contribuye necesariamente a la felicidad interior. La verdadera plenitud emocional no proviene de compararnos constantemente con los demás, sino de la comprensión profunda de nuestra propia naturaleza y de cómo nos relacionamos con el mundo que nos rodea.

Debemos comprender y trascender la dualidad de amigo y enemigo, reconociendo que estas categorías no son inherentes a las personas, sino que son construcciones sociales y mentales. Nadie nace amigo o enemigo; son nuestras acciones y percepciones las que crean estas distinciones. Incluso aquellos que consideramos «enemigos», son seres humanos con sus propias experiencias, luchas y aspiraciones. Al entender esto, podemos trascender la necesidad de compararnos constantemente con ellos y dejar de depender de la maldad percibida de los demás para resaltar nuestra bondad.

Aceptar la realidad tal como es, con todas sus complejidades, significa reconocer que la existencia de personas que etiquetamos como «malas», es parte de la experiencia humana. Al hacerlo, abandonamos la resistencia a aceptar la realidad y empezamos a incluir a todos, amigos y enemigos en nuestra conciencia.

La inteligencia emocional se manifiesta en la capacidad de gestionar nuestras emociones y percepciones, incluso cuando las circunstancias parecen desafiantes. Amar a nuestros «enemigos» no implica necesariamente estar de acuerdo con ellos o permitir comportamientos perjudiciales, sino cultivar una actitud de compasión y comprensión hacia su humanidad. En lugar de rechazar la realidad como injusta o equivocada, elegimos abrazarla con todas sus imperfecciones y desafíos.

La felicidad interior auténtica surge cuando dejamos de depender de la comparación constante y nos enfocamos en nuestro propio crecimiento personal y en la conexión con los demás. Amar a nuestros «enemigos» se convierte en una invitación a superar y a reconocer la unidad fundamental que nos une como seres humanos. Al hacerlo, encontramos una fuente más profunda de bienestar que va más allá de la ilusión de superioridad moral y nos conecta con la esencia misma de la felicidad duradera.

Mujer y su hija riendo en medio de un campo y con Felicidad interor

Conclusion

Quizás, después de tantos años de escuchar que para ser bueno hay que perdonar a los demás, conviene resaltar que perdonar no es una alternativa propia de gente buena, sino de gente inteligente.

En nuestra búsqueda de la felicidad interior, recordemos que la verdadera plenitud surge no solo de la bondad percibida en comparación con los demás, sino de la inteligencia emocional que nos permite abrazar la realidad con compasión y comprensión. Al liberarnos de la ilusión de superioridad moral y reconocer la humanidad compartida en cada ser, nos acercamos a una felicidad más auténtica y duradera.

Aprendamos a ser inteligentes emocionalmente, a aceptar la realidad tal como es, y a amar incluso a aquellos que percibimos como enemigos. En este camino, no solo nos convertimos en personas «buenas», sino también en individuos sabios que eligen la paz y la compasión como guías en nuestra travesía por la vida.

Gracias por acompañarme en este diálogo reflexivo. Que cada paso que demos nos acerque más a la autenticidad y a la felicidad interior que todos buscamos. ¡Hasta la próxima!

Íñigo Huarte